Roberto Parra es parte del clan creativo de los hermanos Parra Sandoval, vinculados al arte popular en virtud de una formación autodidacta y de un excepcional talento volcado al canto, la poesía o el teatro. Menor que Nicanor, Hilda, Violeta y Eduardo; y mayor que Caupolicán, Elba, Lautaro y Óscar, Roberto fue el quinto hijo del matrimonio formado por Nicanor Parra y Clarisa Sandoval. Nació en Santiago el 29 de junio de 1921 y pasó su infancia en las ciudades sureñas de Lautaro y Chillán, contribuyendo con el presupuesto familiar gracias a trabajos informales como vendedor de diarios, limpiador de tumbas, lustrabotas y vendedor de confites en los circos. La muerte del padre, en 1929, llevó a la familia a buscar mejores perspectivas económicas en la capital.
Roberto tardó en sistematizar su interés por la música y la escritura. Sus años juveniles fueron los de un aventurero errante y bohemio, al cual cuesta seguirle la pista entre una infinidad de viajes por Chile, encuentros y empleos esporádicos. En improvisadas presentaciones en todo tipo de locales nocturnos, el cantor y guitarrista fue afianzando un estilo singular, fraguado a punta de cueca, tango, bolero, corrido, fox-trot y jazz. Más tarde, aquella mezcla de rasgueo agitado e imbatible guía melódica se conocería como «jazz guachaca», estilo que Parra atribuyó a la inspiración de gente como el pianista estadounidense Charlie Kunz, el trombonista y arreglador Tommy Dorsey y el guitarrista gitano-belga Django Reinhardt.
Las décimas de la Negra Ester nacieron a raíz de su encuentro, romance y ruptura con una prostituta de San Antonio, en tiempos en que Parra se ocupaba como guitarrista del cabaret «Luces del Puerto». Los versos se publicaron por primera vez en 1980 y se hicieron mundialmente conocidos una década más tarde, cuando el director teatral Andrés Pérez y la compañía Gran Circo Teatro eligieron el texto para producir el que llegó a ser su más importante montaje y una de las obras históricas del teatro chileno. La Negra Ester se estrenó en 1988 y su éxito obligó a más de veinticinco temporadas en Chile y cinco giras internacionales. Otra obra de Roberto Parra, El desquite, llegó también al teatro e incluso al cine, gracias a un filme homónimo estrenado en 1999, con dirección de Andrés Wood.
Pese a su enorme influencia, la carrera musical de Roberto Parra se caracterizó por su falta de disciplina y escaso registro. Los primeros en grabar sus composiciones fueron sus sobrinos Ángel e Isabel Parra, y recién en 1965 el folclorista participó por primera vez en un disco. A Las cuecas de Roberto Parra siguió Las cuecas del tío Roberto (1972, grabado junto a su sobrino Ángel) y Los tiempos de La Negra Ester (1990). Su producción quedó registrada también en los discos colectivos Veinte cuecas con salsa verde (1965), Carpa de La Reina (1965) y Peineta (1998), este último, registro de una presentación junto al grupo de rock Los Tres, principales responsables de la difusión de la música de Roberto Parra luego de su fallecimiento.
Su marca aparece sintetizada en varios clásicos de la cueca urbana, como «El Chute Alberto», «Los parecidos» o «Las gatas con permanente». Son las llamadas «cuecas choras», el desvío por el cual el folclorista llevó el baile nacional desde el pulcro dominio de los huasos de salón y cantoras maquilladas a los bajos fondos de los conventillos, cárceles y locales nocturnos. La expresión creativa de ese mundo casi siempre marginado por la cultura oficial es lo que una y otra vez se menciona como su aporte fundamental en los tributos a Roberto Parra, fallecido en Santiago el 21 de abril de 1995 por complicaciones derivadas de un cáncer a la próstata.
Fuente: Memoria Chilena
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