Los poetas nóveles no paren sonetos
no aprecian tarea de doma y aprende
y esos ejercicios de antes gran respeto
no pulen el ego que en Damocles pende.
El soneto educa al poeta en cierne
obliga a la rima que es bello amuleto
saca el argumento que en caletre duerme
lo hace dueño y diestro con el alfabeto.
Shakespeare y Quevedo, Sor Juana y Gabriela
montaron al tigre con gran maestría
y abriendo sus alas hincharon las velas.
De esos consagrados con escarapela
beben armonía los buenos lectores
y el soneto diestra contra la anarquía.