Era un viernes en la tarde, venía hecho un bólido por la ruta Autopista Vespucio Sur, sector General Velázquez, luego de hacer un “favor-servicio” dejando un pasajero amigo en el aeropuerto. Con la mejor música de la década de los ochenta en el CD más uno que otro éxito actual, coronado con mi casco imaginario y mi Nissan Platina 1,6 con docenas de stickers virtuales de auspiciadores imaginarios, mi única meta era batir el último récord y llegar invicto a casa.