Reflexiones en la conmemoración de los 5 años del fallecimiento del antipoeta

Pablo Salinas reflexiona sobre el vecino Nicanor Parra a cinco años de su muerte

Foto: Juan Francisco Somalo
A cinco años de la partida terrenal de Nicanor, el destacado artista y escritor algarrobino, Pablo Salinas, rememora algunos de sus encuentros litoraleños con el antipoeta y de paso demanda, ya una vez superada la «excitación del ambiente» -dice-, el aterrizaje cultural definitivo del vecino Parra, el real… en definitiva se pregunta: ¿Cuándo baja del Olimpo?
Comparte en las redes

Supongo que con todos los artistas que alcanzan un estatus superior dentro de un país, o, digamos, dentro de una comunidad nacional, pasa algo más o menos similar. Un fenómeno extraño, donde el respeto se vuelve un tanto pegajoso, porque hay un aura, un tinte de santidad, de sacrosanto, que en buena medida lo arruina todo. Y esto no aplica solo en países con una tradición más corta y, por tanto, menos poblada de grandes figuras, como el nuestro, sino también en aquellos donde el tramado cultural, histórico, te encandila por su riqueza. Se me viene a la cabeza Camus, que en los años de la posguerra se llegó a convertir en una suerte de prototipo-modelo de intelectual a seguir. La mente lúcida de Europa por excelencia, que había que leer, que había que atender y que los laureles del Nobel no hicieron más que agudizar su proceso de marmolización. Con Parra pasaba lo mismo. Durante largas décadas pasó lo mismo. Mi primer contacto con él fue, a principios de los ’90, cuando asistí a una de sus clases de literatura que daba a los futuros ingenieros de la U. de Chile en Beaucheff. Se trataba de un curso optativo y la sala era grande, pero, aun así, estaba casi llena. Parra habló de Whitman y Darío. Al término, un grupo de unos 10 o 15 lo rodearon disparando preguntas. Preguntas básicas, simplotas; se trataba de veinteañeros con una afición por las letras más bien baja. La idea era, en el fondo, hablar con Parra, que les firmara un autógrafo. Quizá por eso, por el recuerdo de ese encuentro universitario, cuando 10 años más tarde un par de antiguos compañeros de colegio me invitaron a ir a verlo a su casa de Las Cruces, la propuesta la mastiqué durante un rato.  

Tras ese encuentro –todavía en clave de groupies visitando al anciano rockstar–, se fueron sumando varios más, quizá diez, que permitieron mucho mayor cercanía y que, al fin, la rigidez y el protocolo desaparecieran y se instalara la franqueza y la naturalidad. Mientras duró la relación, el régimen de visitas, me percaté cómo Nicanor vivía un tanto apresado en medio del fenómeno que la “figura Parra” generaba en la sociedad chilena. De hecho, por momentos parecía un octogenario perfectamente lúcido y sano, llano a abrirle la puerta de su refugio costino a quien fuera, siempre ávido por intercambiar ideas, pero, a su vez, sin abandonar nunca una cuota perceptible de recelo y distancia. En el fondo, era claro que ahora lo rodeaba una cohorte de personas sin un lazo ni largo ni profundo, animadas por intenciones variadas, por lo general pueriles, ante las cuales, en cualquier caso, valía la pena mantener una actitud receptiva en atención al eventual botín. Mantener el anzuelo tirado. El freno de mano aflojaba del todo solo cuando hacía referencia a sus antiguos compañeros, camaradas, del Barros Arana, por ejemplo. De hecho tuvo una expresión de evidente satisfacción cuando le aclaré que tenía perfecta idea de quien era Carlos Pedraza, pintor de motivos florales de admirable destreza, quizá el miembro menos conocido de ese círculo de formación, también integrado por Jorge Millas y Luis Oyarzún. O cuando recordaba a Lihn. Entonces aparecía el buscador, el autor que borronea, que hesita, que vacila, que necesita compartir con otros lo que escribe para despejar dudas, aunque sea una gloria nacional.

En medio estaban los estudiadores, los exégetas, aportando con sus sacos de cemento, aportando en fabricar la figura del “Parra contador de chistes”. Mientras tanto, el Parra real, no el de los eventos, seguía creando, escribiendo textos notables. Como el “Rap de la Sagrada Familia”, tan contundente como cualquiera de sus trabajos de su época más unánimemente celebrada de las décadas del ’50 y ’60, con suficiente carga como para remecer y activar el debate. Pero, por el contrario, pasó casi desapercibido; todo el remezón lo concentró poco después una propuesta mucho menos interesante, ramplona, como la de los presidentes de Chile colgados de la muestra del CC La Moneda de 2007. Puede que ahora, a cinco años de desaparecido de escena, la excitación ambiente haya decrecido lo suficiente como para volver a concentrarse en lo importante, el aporte de esa voz dentro del concierto de voces de nuestra cultura, y dejar definitivamente atrás la agotadora y arribista aproximación al nativo de San Fabián de Alico como el “genial” miembro de “la genial familia de los Parra”.

Comparte este post!

MÁS ENTRADAS DEL AUTOR

Déjanos tu comentario

Un comentario

  1. Se agradece tu comentario, Pablo. A mi juicio, se trata del problema de la aproximación. El funcionario municipal, el integrante de la Agrupación Cultural y el progresista están todos aproblemados con el hecho de acercarse demasiado al fondo de la obra parriana: rechazan los procedimientos de la ciencia y se avergüenzan de las referencias académicas, y todavía más, toman para sí sólo aquellos elementos menos polémicos, es decir, los textos que coinciden con su visión de mundo además de los más «oreja». Asunto aparte es la aproximación meramente anecdótica, con la que insisten homenajear al antipoeta hablando de sus preocupaciones personales.

    En lo personal, propongo un camino complementario con lo hecho hasta ahora, pero que se concentra en examinar la poesía de Parra a la luz de los temas más relevantes para la sociedad contemporánea. Al respecto, quiero aportar con un ensayo en el que se analizan los Ecopoemas, textos de Parra insertos en el sistema antipoético que definen la posición progresista que adoptaría Parra como evangelizador de la agenda verde, en tiempos de auge de las ideas deconstruccionistas en la cultura. Pienso que el pensamiento de Nicanor Parra puede orientarnos acerca de la dirección que no debemos seguir en materia de protección ambiental. Espero poder publicar en este blog.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

O CON FACEBOOK

Conoce A otros autores

Roberto Pizarro Lemarchand

Álvaro Ruiz

OTRAS DOSIS DE Antítesis

Son todos los niños poetas; a todos nos afecta la actual economía; el silogismo se arma solo. Son todos los niños ecopoetas y con la edad se nos va pasando. ¿Por qué dejamos de ser sabios? ¿Con qué nos están educando?
"Los poetas suelen escribir prosa en sus momentos perdidos". Con esta frase el destacado pintor Titi Gana comienza el prólogo que escribe para "Prosa Reunida" (2014), libro de su amigo Álvaro Ruiz actual residente de Punta de Tralca, pero que en el tiempo de la publicación habitaba la Cuarta Región.
Desde la ciudad de Eisenach, del Estado Federado de Turingia, Alemania, más precisamente desde el Castillo de Wartburg, patrimonio de la humanidad, lugar donde Martín Lutero tradujo la biblia al alemán, y estuvo escondido mucho tiempo, por ser el hombre más buscado del siglo XVI por el catolicismo.