-¿Cómo te defines?
«Me dejaste la cancha amplia… Es paradojal… ¿Cómo me defino? Un ser inquieto en lo mental, porque en lo cinético y en lo físico los demás pueden decir: es un hueón bastante tranquilo, está en su casa, no se mueve mucho del taller, pasa horas frente el computador. O sea ¿dónde está la inquietud?»
La inquietud de Salinas la lleva en su mente. Es un artista que abarca muchos ámbitos. Sin embargo nada es casualidad y todo pareciera ser un constante adecúo de subsistencia, una forma de comunicarse, pues su mundo instrospectivo lo pincelea a través de la pintura, pero se conecta con el exterior mediante las letras, tanto en los libros como en la crónica caliente, informativa y social. “Soy un compadre que no puede volcarse en un solo camino”, confiesa.
-Abarcar mucho es complejo. A los periodistas les dicen que son un mar de conocimientos, pero con un centímetro de profundidad… ¿descuidas algunas cosas?
«Absolutamente, porque uno no se puede desdoblar. Uno al priorizar algo, siempre deja alguna cosa en segundo plano».
LOS INICIOS
Su infancia se desarrolló en Santiago, donde le tocó vivir toda la mutación de Chile hacia la sociedad de consumo. “Con 12 años recuerdo la inauguración del primer mall de Santiago, que fue el Parque Arauco. Esa experiencia de un templo lleno de mercado, donde todos iban a comprarse ropa. Era un modelo llamativo”, cuenta.
Desde muy chico manifestó su inclinación por el quehacer artístico. Cuando estaba en la enseñanza básica y motivado por la revista Barrabases, comenzó dibujando sus propios cómics en una revista que bautizó como “Gatos Locos”, y luego haciendo una especie de fanzine llamado “Puras Leseras”, que trataba de un ejemplar único que iba pasando de mano en mano y que era devorado por sus compañeros de curso. “Desde esa primera revista -Gatos Locos- que yo me veía dibujando cómics de manera concentrada. A los 12 años ya pensaba que cuando terminaran todas las horas que me quitaba el colegio, me iba a dedicar de lleno a esa labor. Así luego llegó la pintura. Partí metiéndome a talleres, pero se consolidó cuando a los 15 años conocí al pintor Gonzalo Landea, nieto de Pablo Burchard, uno de los grandes maestros de la pintura chilena, que estaba muy conectado a toda la movida cultural de la época. Ahí se despertó en mí el arte”, recuerda Pablo.
Con su vocación artística bien definida y con solo 20 años, toma sus maletas y junto a la Keka, su pareja, se establece en Algarrobo. El comienzo fue rudo –reconoce–, hubo poca plata, momentos difíciles, pero salió adelante, logró criar a sus cuatro hijos y mantenerse fiel a su filosofía de vida.
-En estos casi 30 años eres testigo presencial de la evolución de la zona ¿Cómo ha sido?
«Algarrobo ha cambiado significativamente. A principios de las ’90 era el sabor de lo bucólico. No habían edificios de altura, puras casa chicas. Tal vez más vinculado a lo que hoy es El Tabo-Las Cruces. Lo que pasa en Algarrobo ahora, con la llegada de la modernidad, es algo que también hay que ponerle freno, porque tiene que ser matizado, más controlado, con normativas y pautas básicas».
-¿Y qué opinas sobre el concepto “Litoral de Los Poetas”?
«Es una marca no trabajada, o como dijo David Bustos, un letrero del MOP que se quedó en eso, con ese espesor. No hay un relato, no hay un esfuerzo, no se ha articulado una política…»
-¿Y cómo se activa de verdad?
«Cuando funciona la institucionalidad. Estamos en una República que cuenta con fondos estatales que se destinan a diferentes ámbitos del quehacer nacional. Si aquí se acuña el término Litoral de Los Poetas, sustentado en la contundencia de los antecedentes históricos, debería existir a nivel gubernamental -desconozco la figura exacta- una fundación estimulada, instruida, apoyada, insuflada por el Estado, a través del Ministerio de Cultura, para que opere en el litoral y se traduzca en cosas concretas: becas para escritores, concursos literarios de buen nivel o residencias para creativos, como lo que quería hacer Neruda en Cantalao».
DIÁLOGOS CON EL ARTE
En la pintura se define como un artista lineal, porque partió desde muy pequeño con el dibujo. “Mi pasión obedece más a un tema de rayas, el detalle, lo acotado. He conocido personas que desde niños su pasión hacia el arte nace desde la experiencia del color, por ejemplo”, comenta mientras le da un sorbo a su mate.
En la escritura y en el oficio de investigador también es lineal. Cuando se comunica con el exterior, Pablo es un tipo concreto, directo, poco metafórico: “al pan, pan y al vino, vino”, declara. Sin embargo, cuando miramos su pintura, encontramos un mundo indescifrable, o tal vez adaptable a todas las interpretaciones.
-¿Tu pintura es metafórica?
«Como te decía, volviendo al definirse, el tema es contradictorio, paradojal. Porque al definirse a la vez te estás disparando en los pies. Mi pintura está llena de imágenes y cosas poco definidas».
-¿Cómo llegas a las letras?
«Lo que pasa es que pinté 15 años y me surgían territorios que con la pintura no podía penetrarlas del todo. La pintura y la escritura pueden parecer caminos contrapuestos, pero ambos son lenguajes. No son pocos los artistas que transitan en ambas veredas con diferentes éxitos. Por ejemplo, Adolfo Couve, que fue un pintor de éxito, pero que dejó la pintura por completo y se dedicó a escribir libros muy reconocidos. Luego al final de sus días retomó la pintura, porque era un gallo con méritos y la gente se lo pedía. Eso no pasa poco. Y al contrario también, personajes que son de las letras y desembocan a la pintura. En mi caso la escritura se potenció cerca de los 20 años, cuando llegan a mis manos libros que me remecieron».
-¿Cómo cuáles?
«Por ejemplo Madame Bovary, de Flaubert. Ese libro marcó un antes y un después. Ese autor para mí es lo suficientemente brillante como para abrirte los ojos en cuanto a que tú, mediante las letras, puedes aunar ese tinte hedonista, de los placeres, lo sensorial y la riqueza extrema, que se encuentra en la pintura, con incluso la crítica social y el análisis de las costumbres, casi como un estudio sociológico. Eso me motivó a explorar la escritura».
-Y la devoción por el periodismo, con tu página Algarrobo al Día ¿Cómo parte?
«Tal vez es la parte más fome, porque fue más empujado por las circunstancias. Como ejercicio de hipótesis, yo creo que la pintura como actividad humana, artística, creativa, es la más reservada en su repercusión social. La literatura viene después, que tiene un poquito más de radio, de impacto social. Y luego viene el periodismo, por así decirlo, con lo que puedes llegar a mucha gente. Entonces si de la pintura me mudo a las letras es por lo mismo. El pintor vive encapsulado. ¿Quién compra un cuadro? Un círculo muy reducido de personas y eso es algo que siempre me ha hecho ruido».
-¿Qué se viene artísticamente para Pablo?
«Llevo tiempo preparando mi tercer libro, que será publicado en el primer semestre del próximo año. Estoy súper motivado y sigo prendiéndole velas a Flaubert, que publicó poco, a pesar de estar dedicado a las letras. Eso de publicar poco espero sea signo de calidad, de estudio y de correcciones».
-¿Qué se puede contar del libro?
«Son relatos de ficción y no-ficción. La no-ficción recoge, como he sido columnista en muchos medios digitales, algunos de esos textos, más algunos otros inéditos. Y en la ficción hay mucho de lo local, lo territorial; es un poco el ejercicio de ficcionar lo que yo hago hoy como activista».
-¿Y están mezclados ambos géneros?
«No, son bloques separados».
-¿Y en las artes visuales?
En esta pausa en la pintura lo que hice harto fueron dibujos digitales y con gratos resultados. Yo hago el dibujo a mano alzada y luego lo intervengo digitalmente, con una gama de posibilidades infinitas, en donde el cielo de un dibujo, por ejemplo, lo puedo cambiar de un celeste a un verde o a un plateado, en cuestión de segundos.