Una Constitución escrita y validada por la misma mano, no puede pretender legítima su firma… si aspiramos a país desarrollado. Es evidente.
Pero ahora, ¿Qué aprobaremos? ¿Cuál es la letra chica?
Son válidas preguntas, que los antecedentes muestran asidero.
Cuidado con lo que aprobamos, señores.
Teniendo en cuenta todo eso:
Apruebo. Sí, por lo arcaica de la presente. Esa premisa es mucho más madre que cualquier otra.
Pero que sea la Constitución de lo que hablemos, sin irse por las ramas, ni tampoco «hecha la ley hecha la trampa».
País Ficción
Me podrán decir que hago ficción, y tal vez tienen razón desde la actual certeza. No obstante, lo que desarrollaré a continuación es una muestra que aspira a estándar de acción, independiente de lo que ahora suceda, así que atentos a la lógica poética de la siguiente oferta:
Si las cosas en Chile se hicieran bien…
En octubre sólo deberíamos votar entre:
1. La idea de trabajar en el desarrollo de Chile (Apruebo)
2. Quedarnos como estamos (Rechazo)
De aprobarse la idea de trabajar…
La forma de avanzar o más bien la aplicación o método debería salir de un segundo plebiscito, votado al final del primer año del siguiente gobierno. Para dar tiempo de hablar sobre lo que queremos garantizar para el Chile de los próximo 50 o 100 años; para que se desarrollen ideas y éstas se cuelen en las reuniones sociales; para que los ciudadanos se manifiestan en las redes y que la academia se haga parte.
De tal manera, además, la discusión sobre la Constitución (previo a ese segundo plebiscito) se desarrollaría fuerte en las campañas presidenciales que vienen y esa votación representaría un avance hacia la definición de un proyecto.
Plancillo
Pero ya estamos lanzados, inocentes. Como siempre.
¿Cuándo será el día en que despertaremos en un país con un plan? Pero uno bueno, que le haga justicia al nido, que desarrolle esta tierra más allá del miope jardín de algunos.
Hay tantos vértices que discutir sobre la administración del hogar: educación, sistema de capitalización, modernización laboral, descentralización, salud, naturaleza autóctona… por mencionar sólo algunos de los más importantes. Y una forma madura de enfrentarlos requiere ideas, propuestas, procesos; requiere de presentar un plan. De tiempo.
Nuevo Chile
Al chileno tipo, al popular, lo han convencido de que es un atarantado, que sólo sabe ver matinales y andar a tropezones. Pero eso no es más que una caricatura amplificada por una educación «en la medida de lo posible», malintencionada, pobre. Que por supuesto tiene correlación con la visión que tiene de su pueblo una elite menospreciadora, inculta, que impone cánones extranjeros, sin ver la real belleza de su tierra.
Así esa nata criolla inculta, que poco tiene de elite —pero que sí tiene un plan—, avanza según intereses mediocres, egoístas, extranjeros (como el Plan Cóndor). Lo que finalmente se manifiesta como la razón por la cual nos mantenemos sumidos en el subdesarrollo.
Pero tengo esperanza de que las nueva generaciones levanten la cabeza, miren a los ojos y olviden el falso conflicto extranjero-binario, junto con todos sus catálogos.
Por todo ello, a modo de colofón y en pos de la efectividad, la antipoesía propone: matemos los piojos de a uno.
Mientras el viento de la ecopoesía susurra: humano grande brota piano piano.