Cualquiera que venga de visita al Litoral de los Poetas, alguien que desconozca los vericuetos del territorio, pensaría debido a su señalética que se trata de un lugar en que se respira la poesía. Mario Barahona, hace poco, en una entrevista realizada en una radio de San Antonio por la “colección” de poesía que da cuenta de los poetas del territorio, dijo que cuando llegó a vivir acá, sólo vio que habían tumbas, pero muy poca poesía.
Barahona no está del todo equivocado, el tema turístico de los poetas sigue a toda máquina. Lo que está al debe es un desarrollo de contenidos respecto al slogan “El Litoral de los Poetas”. Neruda, Huidobro, Parra, son verdaderos íconos de la provincia, y los gobiernos locales no han querido ser ajenos al acontecimiento del nombre y la trayectoria de estos poetas, bautizando el litoral con ese hiperbólico nombre. Interesante sería que, más allá del título y los consecuentes beneficios turísticos, atendiéramos el compromiso real con la poesía que tienen las distintas comunas de la zona. Y después observar con detenimiento, cómo esta permanece fuera de cualquier tipo de política pública.
No existe ninguna entidad privada o pública que gestione y que se especialice en poesía en la zona. Los talleres son escasos, cero clínicas poéticas, inexistentes revistas literarias, vacío de asociaciones u organizaciones. Ningún festival, cursos, seminarios volcados hacia la comunidad. La poesía es un cartel del MOP, que hace alusión a que aquí viven o aún permanecen las casas de grandes poetas. Pero en Chile, no hay nadie que piense que este territorio es donde la poesía juega un rol cultural y social importante.
El paisaje, la costa y sus intempestivos cambios de tonos geográficos han sido el escenario para escritores desde siempre. Las coincidencias han jugado a favor del litoral, se han sumado una constelación de poetas de primera línea; incorporo a la poeta Damaris Calderón a estos relevantes nombres. La pregunta y la inquietud es, ¿cuándo saldremos del plano superficial del slogan y nos pondremos a trabajar en el contenido? ¿Cuál es la real inversión de las comunas por la poesía? ¿Existe una cuota mínima en que cada comuna, por ser parte del litoral de los poetas, invierta en este bien cultural?
Creo que estas y varias preguntas más permanecerán en el tintero, mientras se siga pensando en el beneficio a corto plazo, y no en una política seria en el plano cultural, respecto a los poetas y la poesía. Debe existir como mínimo un común denominador, una colección de poesía potente en las bibliotecas públicas. Poetas como: Tomás Harris, Alexis Figueroa, Elvira Hernández, Manuel Silva Acevedo, Raúl Zurita, Soledad Fariña, Cecilia Vicuña, Carlos Cociña, Malú Urriola, Carmen Berenguer y un largo etcétera, deben estar sí o sí dentro de los libros de consulta de los poetas hoy activos. Y para qué hablar de la tradición de la poesía chilena desde Carlos Pezoa Véliz hasta Gonzalo Millán. Los poetas escriben poesía y esta se encuentra en su trabajo literario, más allá del folklore de las casas, la poesía debe ser una materia de primera necesidad, al menos en los sitios donde ocurren y transcurren los libros.
El otro tema es la planificación respecto a la pedagogía en las escuelas y centros culturales. La comunidad no lee poesía y no le interesa, porque no tiene acceso, porque esa señal se ha caído o jamás existió realmente. Es casi una obligación pasar del cartelito al contenido. Los sitios como Valparaíso o el mismo Santiago, donde circulan los poetas y los libros, deben mirar hasta con ternura esta pretensión de autodenominarse el “Litoral de los Poetas”. Ternura digo, porque en este aspecto a todas luces estamos en pañales.
Los que adoptamos este territorio y lo queremos, los que hemos cultivado este difícil oficio de poeta, necesitamos que alguien se haga responsable. Dejar de ser un slogan es el desafío. Comencemos a hablar de poesía de una vez por todas. Volvamos a resignificar la identidad cultural de nuestro territorio.
Publicado originalmente el 16 de noviembre de 2017 en el blog Algarrobo al día