En marzo de 1938, desde Buenos Aires, también Gabriela Mistral elogió la última obra de Pablo Neruda (España en el corazón): «Es un gran libro. Un libro maravilloso. La mirada de un chileno que vivió horas asomado a la tragedia. Una visión viril que sabe, sin embargo, tener la necesaria tristeza que sentimos todos cuando la herida que nos duele es España». La poetisa miró hacia atrás y evocó cuando coincidieron en Temuco en 1920: «Yo lo conocí muchacho en su pueblo del sur […]. Neruda creció mirando un paisaje que diariamente, en todo el año, recibe la amargura de la lluvia. Necesariamente esa serena tristeza iría a quedar de fondo en todos sus poemas». Y ensalzó el conjunto de su obra poética, la renovación que sus versos habían significado en la literatura nacional: «Neruda lanzó las letras de Chile hacia lo alto. Antes de él, la poesía de mi patria vegetaba. Había prosistas, pero no poetas. Imitábamos las escuelas europeas. Existía la moda de Europa y la seguíamos dócilmente a donde iba, de aquí para allá. Era una tradición que no tenía el verdadero sentido de tradición para nosotros. Ni el significado. Neruda, bruscamente, la rompió. Y lo hizo con valor e inteligencia. […] Neruda ha logrado interpretarnos como ningún otro de nuestros poetas».
Frente Popular. Santiago de Chile, 21 de marzo de 1938, p. 6.