Junto a la carreta aquella al mismo yugo uncidos cansados, nunca vencidos siguiendo la misma huella, queriendo la vida bella, por los caminos trotando, los ventarrones capeando, arrastrando la carreta con ilusiones repleta, a veces...también llorando. Cincuenta y cinco años justo me has llevado de la mano como si fueras hermano; no siempre fue por mi gusto. Mi albedrío era lo justo. Son tan bellas tus siemientes germinadas tiernamente por eso es que más te amo si tomados de la mano puedo ser independiente. Cuando la de ojos oscuros, la de sonrisa siniestra, la de la guadaña diestra esa de hablar en susurros, que tal vez con gran apuro a uno de los dos requiera, iremos donde ella quiera, altivos y con orgullo, uncidos al mismo yugo a trotar por otras eras.