Lo que me propongo es mostrar algunas facetas poco conocidas y otras totalmente ignoradas de la relación Neruda-Huidobro[1]. Y para realizarlo, he de referirme a una serie de documentos: portadas y colofones, textos impresos ymanuscritos, recortes y borradores que testimonian el itinerario de esta relación así como la odisea de mi largo y lento descubrimiento de la auténtica naturaleza de esta relación -llena de simpatías y diferencias, aproximaciones y distanciamientos- entre ambos. Y fueron las pugnas entre Huidobro y Neruda las que mantuvieron divididos a sus lectores, las que los ubicaron en campos opuestos: nerudianos y huidobristas, huidobrianos y nerudistas -imposibilitando, o al menos orillando a la clandestinidad bigamias como la mía.
El año 1938 fue acaso el momento más agitado de la contienda. En junio, la revista Ercilla (con su acostumbrada malicia) dio cuenta de un encuentro en el Salón de Honor de la Universidad de Chile: «Una batalla en la universidad-liridas huidobristas y nerudianos discutieron». Dos años antes, en el 36, Arturo Aldunate Phillips había dado una charla en el mismo salón sobre «El nuevo arte poético de Neruda». En esta ocasión eludió, muy discretamente por cierto, a la enemistad de los poetas (cuyos nombres omitió) y dio a conocer unos fragmentos de un inédito de Neruda -que por el contexto no cabe dudar que se trata de una réplica bélica, altiva y agresivamente titulada «Aquí estoy». Aldunate se explica: «Desgraciadamente se trata de una composición que, por su índole personal, no puede ser dada a conocer totalmente y que, por el lenguaje crudo que en ella se emplea, debe quedar al margen de lo que puede publicarse. Sin embargo…”
Sin embargo, al publicar la charla, Aldunate interpela los fragmentos leídos en ella. Comienzan así:
Aquí estoy con mis labios de hierro
y un ojo en cada mano,
y con mi corazón completamente,
y viene el alba y viene
el alba, y viene el alba
y estoy aquí a pesar
de perros, a pesar
de lobos, a pesar
de pesadillas,
a pesar de pesares
estoy lleno de lágrimas y amapolas cortadas
y pálidas palomas de energías,
y con todos los dientes y los dedos escribo
y con todas las materias del mar,
con todas las materias del corazón escribo…
Y es aquí donde el crítico interrumpe el discurso de Neruda, esto es, suprime un buen número de versos aunque indicando siempre con una línea de puntos suspensivos que se omitía algo.
¡Qué y cuánto omitía sólo supe en el año 68! En ese entonces trabajaba sobre mi tesis doctoral (sobre Pedro Prado) en el ex-Instituto de literatura Chilena en Macul. Revisando el archivo que Armando Donoso había donado al Instituto, tropecé con unas páginas escritas a máquina que contenían una versión no expurgada de «Aquí estoy». Aldunate había publicado 63 versos. La versión mecanoescrita consta de cinco folios y de unos 250 versos. Pero mi historia -disculpen- es más larga aún. Diez años después, en 1978, cuando disponía para la publicación mi libro sobre The Poetry of Pablo Neruda (Harvard, 1978), decidí consultar la colección nerudiana en la biblioteca de la Universidad Estatal de Nueva York en Stony Brook y allí encontré otra copia de «Aquí estoy».
Esta versión, también de unos 250 versos, es igual a la del archivo Donoso. Para dar una idea de lo que suprimió Aldunate reproduzco -y sólo de la primera página- la continuación del poema:
…con todas las materias del corazón escribo.
¡Cabrones!
¡Hijos de putas!
Hoy ni mañana
ni jamás
acabaréis conmigo!
Tengo llenos de pétalos los testículos,
tengo lleno de pájaros el pelo,
tengo poesía y vapores,
cementerios y casas,
gente que se ahoga,
incendios,
en mis «Veinte poemas»,
en mis semanas, en mis caballerías,
y me cago en la puta que os malparió,
Derokas, patíbulos,
Vidobras,
y aunque escribáis en francés con el retrato
de Picasso en las verijas…
La alusión a Vicente Huidobro es evidente (tanto como la que atañe a Pablo de Rokha).
El poema es crudo, pero bueno. Es difamatorio, lo que explica que no fuese publicado y que sólo circulase de mano en mano. La copia de Stony Brook es de 1954, según reza una suerte de colofón:
La presente copia, efectuada por Fernando Rivera Zavala, fue transcrita de otra, facilitada por José María Souvirón, a quien un amigo del poeta se la remitió. Neruda aprobó su texto y autenticidad, empleándose para reproducirla papel del siglo xvii que perteneciera a don José Toribio Medina y Zavala.
Así sobrevivió Aquí estoy, pasando de mano en mano, circulando entre bibliófilos y eruditos ya que no se publicó por ser impublicable. O al menos así lo creía yo. Pero la historia es otra. Porque sí se publicó. La bibliografía de Becco (1975), registra el título bajo «obra dispersa» dando como serías de publicación, París, 1938. Fue mi primera noticia de que el poema había sido publicado. La segunda me sorprende más recientemente, cuando revisando un catálogo de librero, de libros viejos, hallo un libro con las señas consignadas por Becco que está en venta. Lo pido y me lo mandan.
El texto impreso, de gran formato (25 cm x 36 cm) y sin encuadernar, no difiere de las versiones escritas a máquina. En la última pagina hay esta nota informativa:
Este poema de Pablo Neruda, titulado Aquí estoy, con viñetas dibujadas por Ramón Gaya, fue impreso por amigos del poeta en la ciudad de París,.durante el año 1938.
Después de ver el libro, de examinarlo y de compararlo con otros impresos de la época, y después de consultar con eruditos y testigos de la contienda, después de todo eso, todavía no puedo llegar a ninguna conclusión respecto de la autenticidad del impreso. No he podido determinar si efectivamente se publicó en el 38 o si se trata de una edición pirata posterior. Me parecía más valedera esta última posibilidad ya que no había aparecido ningún otro ejemplar. Pero ahora, con el paso del tiempo, he constatado que tampoco han ido apareciendo otros como éste, lo cual aminora la- -posibilidad de una falsa edición reciente.
Lo que me mueve a referir con tantos pelos y señales esta historia bibliográfica es la ocasión de estar reunidos aquí en Cerdeña los nerudianos más autorizados, así como la existencia de otro documento, recién descubierto entre los papeles de Huidobro en Santiago de Chile. Se trata del borrador de una carta del 38, año en, que se afirma fue publicado el Aquí estoy parisino. En este documento Huidobro se muestra indignado por lo que considera las nuevas intrigas de Neruda. La carta es de octubre de 1938 y en ella Huidobro se dirige a un amigo de confianza, identificado sólo con el chilenísimo apodo de «Poroto». Veamos el comienzo:
Querido Poroto: Veo por tu carta que las intrigas de la Banda Negra y de su jefe el pobre Bacalao siguen su curso normal. Sabía que había mandado verdaderas circulares llenas de calumnias sobre mí no sólo a la Argentina sinotambién a Europa. La envidia de ese hombrecito amarillo y aceitoso es algo que llega a lo patético…
PABLO NERUDA AQUI ESTOY PARIS 1938 |
Y saltando un párrafo[2], vemos lo que subyace en el fondo del asunto: la política. Neruda no era entonces comunista, y Huidobro sí:
Soy comunista y ellos no lo son. Lo soy a pesar de los virajes y contra virajes del partido, a pesar de sus marchas y contra marchas. A pesar de los pesares. Y por eso no caigo en éxtasis ante los Frentes Populares ni ante las demagogias nacionalistas, aunque las cante Dimitrof, su madre y su abuela…
Para Neruda, «antifascista de corazón», Huidobro fue comunista, eso sí, pero como dijera en alguna parte del poema Aquí estoy, «un comunista de culo dorado».
Pero la relación de ellos no siempre fue así, tan combativo y tan acriminadora. Hubo un tiempo de tranquilidad, e incluso de generosidad, una auténtica plataforma de amistad. Un momento en que Huidobro, joven y triunfante, regresa a Chile; un momento en que Neruda, como escritor de gran talento, se está dando a conocer en Santiago. Es el año de 1925, después de la publicación de Veinte poemas de amor y cuando Neruda está armando su Tentativa del hombre infinito.
En este momento Neruda ha sido nombrado director de la revista oficial de la Asociación Profesores de Chile, Andamios, armazón cultural tan práctico y tan encauzador como su nombre lo indica. Neruda cambió el título y la orientación de la revista a algo más aleatorio, más de avanzada: Caballo de Bastos. Y es entonces cuando se dirige a Huidobro, recién llegado de París, solicitándole colaboración:
Compañero Huidobro: Ya Ud. sabe que pronto aparecerá Caballo de Bastos, revista de avanzada. Como queremos publicar lecturas novedosas le rogamos nos facilite algún fragmento de Cagliostro que traduciremos apresuradamente. También quisiéramos poemas o prosa de otros autores que Ud. puede señalarnos. Haga el favor de buscarnos. Nosotros pasaremos en la tarde. Con afecto. Díaz Casanueva yNeruda[3].
Generoso y respetuoso el sentimiento de Neruda. Y también lo fue cuando publicó Tentativa del hombre infinito (1926), ya que el ejemplar destinado a Huidobro trae una dedicatoria: «A Vicente Huidobro, con entusiasmo y alegría. Pablo Neruda.» Y Huidobro también fue generoso con Neruda en-ese entonces ya que le incluyó en el Indice de la nueva poesía americana (1926), importante antología de vanguardia con prólogos de Borges, Huidobro y Alberto Hidalgo.
Larrea, que andando el tiempo, sería blanco de otro poema difamatorio de Neruda, la hiriente «Oda a Juan Tarrea», le incluyó en Favorables-París-Poema, discreta revista de vanguardia que dirigía con Vallejo. Apareció allí un fragmento de Tentativa, y es otra vez Huidobro el punto de enlace. Resulta que Larrea encontró el libro en casa de Huidobro, en París. Me enteré de esto en el 78, cuando pasé unos días en Córdoba (la argentina), revisando papeles de Larrea y conversando con él de su experiencia literaria. Cuando tocamos el tema de Tentativa Larrea me contó que fue por medio de Huidobro que primero supo de Neruda. Dijo que Huidobro venía llegando de Chile en el año 1926, después de separarse de su mujer. Cenando ellos solos en la casa en París, Larrea comienza a mirar libros y revistas traídos de Chile por Huidobro. Se encuentra con Tentativa; le interesa por su novedad formal, y pregunta sobre el autor. Huidobro le dice que el autor, Neruda, es un joven, un «romántico de mala muerte». Esto no disuade a Larrea, quien le pide prestado el libro para luego incluir un fragmento de él en Favorables-París-Poema. Por supuesto Neruda ignoraba qué parte había tenido Huidobro en todo eso y que todo provenía, que todo se deshilaba, de aquel ejemplar que le había enviado «con entusiasmo y alegría».
Pero, ¿qué es lo que realmente pensaba Huidobro de Neruda en ese momento? ¿Qué opinión le merecía la poesía de quien había descartado como «romántico»? -basándose seguramente en los Veinte poemas de amor. Cuando finalmente leyó Tentativa, en el mismísimo ejemplar que Neruda le dedicara, dejó nota de su lectura, subrayando los versos que más le impresionaban. Versos como:
estrellas crucificadas detrás de la montaña…atada al cielo con estrellas de lluvia…estrella retardada entre la noche gruesa…descienden las estrellas a beber al océano…
Al lado de todos puso «mío». Obviamente, lo que le llamó la atención fueron las imágenes con «estrellas» y aunque Huidobro no las creó, mucho le hubiera gustado el hacerlo para poder considerarlas también «suyas»‘. Pero no son sólo éstas las imágenes destacadas. Hay otros versos como:
después colgado en la horca del crepúsculo…los planetas dan vuelta como husos entusiastas giran…yo soy el que deshoja nombres y altas constelaciones de rocío…
Lo que señala Huidobro en su lectura de Neruda resulta ser una de las características fundamentales del libro así como de su propia escritura vanguardista. Las imágenes de Neruda en general son concretas y terrenales, mientras que las de Huidobro tienden a ser abstractas y cósmicas. De modo que esta imaginaría sideral, aunque no es de Huidobro, sí es de corte huidobriano.
O sea, que para Huidobro, con su característica actitud olímpica, de creador supremo, de «pequeño dios», Neruda sólo podía ser o un «romántico de mala muerte» o un imitador. Huidobro no podía admitir, reconocer la originalidad de nadie, salvo la suya propia. Y cuando se enfrentó con algo original, como es el caso de Tentativa, tenía que presumirlo suyo. Así es como encontró sus imágenes, su propia imagen en esa poesía vanguardista del joven Neruda. Y estos versos suyos, así subrayados, tenían que haberle gustado. ,
Todo eso pasó en los años de militancia vanguardista. En esos años, ni Chile, ni el mundo, eran lo suficientemente grandes para contener a ambos, a estos dos gigantes de la poesía. Sólo en su madurez fue posible una reconciliación, una última tentativa de hombres infinitos. Fue Huidobro quien tomó la iniciativa; y fue Neruda, quien vivió más, el que la recordó. En sus Memorias dice:
Huidobro murió en el año 1948, en -Cartagena, cerca, de Isla Negra […]. Poco antes de morir visitó mi casa, acompañando a Gonzalo Losada, mi buen amigo y editor. Huidobro y yo hablamos como poetas, como chilenos, y como amigos.
Y fue así –“como poetas, como chilenos, y como amigos”- como se aproximaron estos dos grandes, al comienzo; y al final.
De costa, René. “XVIII. El Neruda de Huidobro”. En: Nuevas aproximaciones a Pablo Neruda, Ángel Flores (comp.) pp. 273-279.
[1] Abordé el tema desde otra perspectiva ycon menos información cuando el Simposio sobre Vicente Huidobro y la vanguardia, realizado en la Universidad de Chicago en abril de 1978. Véase mi «Posdata: Neruda sobre Huidobro” en las Actas publicadas por la Rev. Ib. núms. 106-107 (ene-jun, 1979), pp. 379-386.
[2] El texto completo de este borrador está reproducido en mi Vicente Huidobro: The Careers of a Poet (Oxford, 1984), p. 171 y también en la versión castellana del mismo libro: Huidobro, los oficios de un poeta, México, Fondo de Cultura Económica, 1984, pp. 108-109.