Por Enrique Corvetto y Gonzalo Valero

«Operación Winnipeg» del Libro Gobernar es Educar: Historias de Pedro Aguirre Cerda

El trabajo de Neruda y el equipo de la embajada fue intenso. En menos de cuatro meses lograron concretar todas las gestiones necesarias. La más compleja y osada fue la contratación de los servicios del barco. Optaron por un antiguo carguero de la compañía France-Navigation, el «Winnipeg», que había sido construido en 1918 para transportar todo tipo de productos, pero que nunca había trasladado a más de ochenta tripulantes.
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El barco salvador y el factor terremoto

Pedro Aguirre Cerda y los partidos del Frente Popular siguieron de cerca lo que acontecía con España y solidarizaron con los republicanos. En este instante emergió con fuerza la figura de Pablo Neruda. El poeta recientemente había adquirido su casa en Isla Negra y había decidido, a sus treinta y cinco años, alejarse por un tiempo de su labor como diplomático, tras sus cargos como cónsul en Barcelona (1934) y Madrid (1935-1937). No obstante, Neruda activó sus redes y contactos en el Partido Comunista para llegar hasta Pedro Aguirre Cerda, a fin de manifestarle su preocupación por lo que estaba aconteciendo en España. La Moneda no se demoró en tomar la decisión y concordaron en respaldar a las familias españolas que arrancaban con desesperación del horror de la guerra. En marzo salió el decreto que nombró a Pablo Neruda cónsul particular para la inmigración española. El cargo comenzó a regir oficialmente desde abril, con sede en París.

En una de las reuniones de Neruda con Aguirre Cerda, este último le dijo: «tráigame millares de españoles. Tenemos trabajo para todos. Tráigame pescadores; tráigame vascos, castellanos, extremeños»137. De igual manera, le planteó la necesidad de que escogiera a personas que destacaran en los ámbitos de la agricultura, la industria y la minería, ya que ello serviría para justificar el viaje desde el punto de vista de la mano de obra que se necesitaba en el país, luego del desastre que había ocasionado el terremoto de Chillán. Además, de esta manera podrían hacer frente a las críticas de la derecha, sector que puso objeciones a la decisión del Gobierno.

Antes de emprender el rumbo a Francia, Neruda pasó por Argentina y Uruguay, naciones donde dio discursos en los que relevó la acción del Gobierno de Pedro Aguirre Cerda y del pueblo chileno. El poeta aprovechó la ocasión para pedir solidaridad económica de ambos países y así apoyar a Chile en la cruzada de acoger a la mayor cantidad de familias españolas.

El 3 de abril de 1939, Neruda embarcó con Delia del Carril desde Montevideo rumbo a París. El 8 de mayo se presentó en la Embajada en Francia y se instaló en una pequeña oficina con su reducido equipo de asesores, para ejecutar la mayor y más osada gestión política de su carrera como diplomático.

Pedro Aguirre Cerda dispuso a su ministro de Relaciones Exteriores y Comercio, el radical Abraham Ortega, como el enlace en Chile de Neruda. A él debía reportar sus avances y gestiones. El poeta hizo un importante trabajo con organizaciones internacionales para ayudar económicamente a cubrir el costo del viaje y el financiamiento de la estadía de los exiliados durante sus primeros meses en territorio nacional. Se encargó personalmente de la selección de los exiliados, para lo cual recibió los antecedentes desde el Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles (SERE), que actuó como contraparte en la coordinación y reclutamiento de los exiliados. El equipo chileno se encargó de revisar con minuciosidad las carpetas con datos personales, siguiendo los parámetros impuestos por el presidente. También hubo priorizaciones por las militancias políticas, dentro de las cuales el Partido Socialista, Comunista y los partidos Republicanos fueron los principales privilegiados. Aun así, el vate se las arregló para subir a un pequeño grupo de profesionales y personas ligadas a la cultura y las artes.

El trabajo de Neruda y el equipo de la embajada fue intenso. En menos de cuatro meses lograron concretar todas las gestiones necesarias. La más compleja y osada fue la contratación de los servicios del barco. Optaron por un antiguo carguero de la compañía France-Navigation, el «Winnipeg«, que había sido construido en 1918 para transportar todo tipo de productos, pero que nunca había trasladado a más de ochenta tripulantes. Ahora eran más de dos mil personas, por lo que tuvieron que hacerle importantes modificaciones a la embarcación para que lograra acoger a las familias. Finalmente, el 4 de agosto de 1939 fue la fecha programada para que el ‘Winnipeg» zarpara desde el puerto de la localidad francesa de Pauillac. Por esos días, aún el calor de la temporada estival se dejaba sentir sobre Francia. Pablo Neruda se preocupó ese día hasta del más mínimo detalle. Con una camisa estilo guayabera, recibió a las familias que se agolpaban en el muelle para cumplir con el chequeo médico y los últimos trámites del visado. El vate estaba exultante, se mostraba alegre y orgulloso de la gestión realizada.

Terminaron por embarcar 2.365 personas, aunque el número nunca ha quedado del todo claro, pues se han mencionado distintas cifras. Neruda los despidió desde el muelle, ya que optó por extender su estadía en Europa. El viaje del «Winnipeg» duró casi un mes y fue una verdadera odisea, dado el término de la Guerra Civil y el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Eran altos los riesgos de posibles ataques españoles o alemanes, por lo que en algunas zonas optaron por navegar a oscuras y bien cerca de la costa. Además, durante el viaje fue complejo lidiar con el orden y la coordinación, dado el espacio reducido y la falta de comodidades en la rudimentaria embarcación.

El 30 de agosto llegaron a territorio nacional. Fue Arica la primera parada, aquí una veintena de pasajeros decidió bajarse. El resto continuó el viaje hasta Valparaíso, donde arribaron la noche del 2 de septiembre de 1939, un día después del comienzo de la Segunda Guerra Mundial. El descenso de toda la tripulación no fue inmediato, debieron dormir por última vez en el barco y esperar hasta la mañana del día siguiente para pisar tierra firme. Fue a primeras horas del 3 de septiembre cuando se produjo este momento histórico. La algarabía fue total y mucha gente esperaba en el muelle al numeroso grupo de españoles, quienes habían recorrido largos kilómetros para volver a encontrar la paz. Fue una verdadera fiesta multicultural. parte alta de la cubierta del barco, los migrantes se acercaban a la baranda para intentar mirar desde una mejor posición el territorio que los acogía, tras días de sufrimiento e incertidumbre. En el mismo barco colgaron un gran telón que tenía pintada la cara de Pedro Aguirre Cerda con la bandera chilena de fondo. Fue una señal de agradecimiento a la figura del presidente de la República, quien tomó un gran riesgo con el peligroso viaje de los españoles a territorio nacional.

Las familias descendieron en medio de un ambiente festivo. Unas seiscientas personas decidieron permanecer en el puerto de Valparaíso, lugar que los sorprendió con sus cerros coloridos y su desorden porteño. El resto de los pasajeros subieron casi de inmediato a un tren especial que los esperaba y partieron rumbo a Santiago. A pesar del cansancio del largo viaje, estaban felices de llegar a Chile. El arribo a la Estación Mapocho (hoy Centro Cultural Mapocho) fue cerca de las nueve de la noche. Aquí también los esperó otra multitud de gente, que los recibió y acogió con afecto. Con el tiempo, el “Winnipeg” se erigió como un ejemplo de política migratoria a nivel mundial. Contrario a lo que pensaban los movimientos conservadores chilenos respecto de las familias españolas que llegarían, lo cierto es que su arribo significó un aporte importante para el desarrollo de la ciencia, el arte, la educación, la cultura y la industria en Chile. De hecho, de ese barco emergieron tres premios nacionales: Leopoldo Castedo en Historia, y José Balmes y Roser Bru en Arte.

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