Mario Vargas Llosa (en 1968) recordó su infancia fascinada por un libro que deslumbró a su madre: «Cuando yo era un niño de pantalón corto todavía, allá en Cochabamba,Bolivia, donde pasé mis primeros diez años de vida, mi madre tenía en su velador una edición de tapas azules, con un río de estrellas blancas, de los Veinte poemas de amor y una canción desesperada…». Le conoció en París en aquellos años ’60, en casa de Jorge Edwards, y llegaron a ser amigos, aunque confesó que le intimidaba su estatura literaria, el hechizo de su poesía. «No hay en lengua española una obra poética tan exuberante y multitudinaria como la de Neruda, una poesía que haya tocado tantos mundos diferentes e irrigado vocaciones y talentos tan varios. El único caso comparable que conozco en otras lenguas es el de Víctor Hugo».
Fotografía en Isla Negra
Neruda: «El Principe de los Poetas»
pág. 427-428