Esta playa de Isla Negra está llena de ágatas Al atardecer les cruza la luz y las enciende El sol horizontal del ocaso las encandila Y las transforma en pétreas luciérnagas que descienden rodando Desde las boscosas alturas de la Quebrada de Córdova. El tiempo en ellas no lleva memoria Sino un recorrido fortuito merced a los siglos Para de pronto instalarse en el ojo del paseante Aquel que se inclina y recoge un rubí en el corazón.