Basada en el diario de a bordo del Winnipeg, la exposición nos guía a través de 26 obras, una por cada día de navegación. Las pinceladas de Zabaleta se entrelazan con las biografías de los pasajeros, creando un mosaico de emociones y recuerdos. Es un intento de acercarnos al alma de quienes cruzaron océanos en busca de libertad.
El Winnipeg no fue solo un barco; fue la obra de un poeta y un símbolo de humanidad en tiempos oscuros. En 1939, mientras la Guerra Civil Española desgarraba su tierra natal, un grupo de republicanos y antifascistas encontró refugio en Chile. El país abrió sus brazos, y el Winnipeg se convirtió en un faro de esperanza.
La exposición nos permite revivir aquellos días inciertos. Las cartas amarillentas, las fotos desgastadas y los objetos personales nos hablan en silencio. Cada trazo de Zabaleta nos acerca a los rostros anónimos que cruzaron el Atlántico. Sus miradas, cargadas de sueños y añoranzas, se funden con el azul profundo del mar.
Josu Chueca, autor de “2000 del Winnipeg: Diario de a bordo,” nos recuerda que el exilio no es solo geografía; es una herida en el alma. En esta semana de conmemoración, cuando recordamos los 51 años del golpe de Estado en Chile, el Winnipeg nos habla de resistencia y solidaridad. Como dice Chueca, “este libro e historia que presentamos es un ejemplo bonito que ocurrió en 1939.”
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