Hay veraneantes que establecen vínculos muy fuertes con su balneario y terminan realizando valiosos aportes a su cultura local. Gracias a ellos existe el “Litoral de los poetas”, el cual imprime un sello propio a los balnearios involucrados. Y no siempre son artistas, sino diversas personas y oficios que igual aportan a la cultura. De allí la importancia de comunicarse y establecer diálogos con los/as protagonistas.
En este caso se trata de Enrique Matthey, artista visual, académico de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile, quien a temprana edad empezó a veranear en El Tabo. Desde niño pisó su arena, disfrutó de su mar, de las rocas y rompeolas, de sus imponentes puestas de sol. También disfrutó de las dunas, bosques y quebradas; de las gaviotas, flora y fauna en general, así como de sus habitantes.
Dentro de todo ello, una actividad típica era caminar por la playa larga hasta llegar a la puntilla, en cuyo trayecto en ocasiones se encontraban lobos marinos muertos, que desde lejos parecían rocas del mar. Para cualquier niño esa experiencia era y es inolvidable. Así ocurrió con Enrique, quedándosele grabada la figura de esos enigmáticos bultos abandonados en la arena. Esto incluso después se reforzó en él, cuando vio imágenes de ballenas y cachalotes también muertos, encallados en alguna playa desconocida, que además incluían historias muy especiales: enormes cetáceos cuyos cuerpos a los pocos días se descomponían, atrayendo a jotes y buitres, junto con irradiar olores insoportables de carnes putrefactas, causando gran expectación y molestia entre los lugareños.
Fueran lobos marinos, ballenas o cachalotes, igual parecían piedras gigantes que se hacían parte del paisaje marino, confundiéndose con los demás roqueríos del lugar. Experiencias similares iban y volvían, cuando de vez en cuando aparecían nuevos cadáveres playeros, que no dejaban de irradiar halos de misterio. El incesante rugido del mar, las brisas o vientos, los atardeceres y graznidos de pájaros, agregaban su toque fantasmagórico a tales situaciones. Y todo ello, cómo no, quedó impregnado en la memoria de Enrique Matthey, quien muchos años después, ya como artista visual de amplia trayectoria y experiencia, decidió expresarlo a través de una acción de arte.
Alternativas tenía muchas, pero él decidió construir una piedra gigante, la cual se fabricó en Isla Negra y, una vez concluida, se transportó cuidadosamente a Santiago. Esto ocurrió durante la madrugada del martes 14 de noviembre de 2023, en una odisea escoltada por carabineros, que culminó con la sorpresiva aparición de dicha piedra, a las 6 AM aprox., nada menos que instalada frente al Museo de Bellas Artes en pleno Parque Forestal . Lo increíble es que apareció en el mismo lugar donde antes estaba la famosa escultura de Rebeca Matte, “Unidos en la gloria y en la muerte” (1922). ¿Qué ocurrió entonces? ¿Qué dijeron los transeúntes del sector o los visitantes del museo, o quienes se percataron de esto a través de las noticias?
Hubo todo tipo de reacciones, las cuales circularon por diversos medios de comunicación y redes sociales, quedando registradas en la prensa y distintas plataformas digitales. Para algunos efectivamente pareció una acción de arte; para otros, sin entender nada, la consideraron una ofensa; una falta de respeto a la obra de Rebeca Matte o un puro gastadero de plata. Hasta hoy las reacciones continúan, mientras el artista se siente feliz de haber cumplido con su misión; de haber expresado aquellas impresiones de su infancia, huellas imborrables que llegaron bastante más lejos.
Ahora bien, si la piedra se observa con cierta cautela, da la impresión de que en ella hay algo más. Al acercarse, apreciar sus colores, tocarla y palpar su textura, parece un órgano vivo con piel de lobo a punto de despertar, casi como si fuera a respirar. Entonces todo se transforma en una inquietante historia que no termina aquí, causando las ganas de invitar a Enrique Matthey al “Litoral de los poetas”, para conversar y dialogar con él. Quizás el propio artista pueda explicarnos los secretos de su aventura. Mientras tanto, valga recordar que «litoral» significa borde costero, margen, “límite de rocas”.
El redactor de este post , Gabriel, y Enrique, el autor de la obra, son parte de una familia de 10 hermanos/as, que desde la década de 1960 son fieles veraneantes de El Tabo.
Un comentario
Feliz y orgullosa que personas escriban con tanto cariño y sabiduria de nuestro Tabo.Los que nacimos acá agradecemos todo lo que escriban personas importantes.