Un día especial

10 de enero para siempre

gulppiz
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Un día especial para la poesía y para mí, que también soy poesía.
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El 10 de enero es un día especial para mí. Primero porque cumple años/tierra mi querida abuelita Norma, que era cariñosa, metódica, dura, persistente, obstinada, preocupada, talentosa, sacrificada, barrera… nos conocíamos bien. Era incondicional conmigo y me regaloneaba con comida. En esta época del año siempre recuerdo sus tortas, sus humitas, sus pantrucas, sus empanadas fritas, su zapallo italiano relleno, sus cazuelas, su frito de coliflor, su pastel de choclo. Recuerdo también sus teleseries brasileñas que me hizo ver desde que tengo uso de razón y que calificaba como las mejores del globo. Sentencia que con la edad se fue flexibilizando tras la irrupción de las teleseries turcas.

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Cierro los ojos y la veo moliendo granos con esa antigua máquina de fierro en el patio de los Ediles 334, en Consistorial, mientras al mismo tiempo emerge ese olor a albahaca y playa que está encapsulado en mi mente de niño para siempre.

Terroir poético

Con ella pasé todos los veranos de mi infancia. Fue en esas eternas tardes de sol y arena, a la cual bajábamos metódicamente todos los días caminando con una silla de playa y un quitasol, donde coménce a preguntarme e imaginar –por la influencia de Isla Negra– sobre la posibilidad de un @LitoralPoeta del mundo, aunque no lo comprendía aún y la pelota copaba mis intereses.

Hoy ese mismo terroir pujante, sabroso, diverso y creativo, también el 10 de enero celebra el cumpleaños (1893) del máximo vanguardista mundial: genio, incomprendido, valiente, loco, atrevido, ególatra, rupturista… Vicente Huidobro.

Ambos, mi abuela y Vicente, descansan en suelo poético y eso me encanta. Las cenizas de mi abuela florecen en un rosal de Tunquén y Vicente en una tumba que se conecta con el mar en Cartagena, la misma comuna donde también reposan los huesos de mi abuelo Emilio, a quién también siempre recuerdo.

La primera poeta del mundo

Pero el 10 de enero guarda algo más. Algo poético más. Un 10 de enero de 1957 también fallece en Nueva York la primera latinoamericana y tal vez la primera mujer 100% poeta de la historia que recibe Premio Nobel de Literatura: Gabriela Mistral (antes de ella lo recibieron 4 mujeres, principalmente en el campo del cuento y la novela).

Ahora, arriba de un bus de dos pisos y camino a Salamanca para recuperar algo que me fue robado, recuerdo que no debo olvidar que el azar tiene lógica, y que es clave andar atento, porque se vienen tiempos movidos.

Ahora, mientras invoco a mi Norma Loyola Aranda, me atiborro de nostalgia y me siento protegido.

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OTRAS DOSIS DE Antítesis

Hay quiénes han reído, llorado y descubierto parte de sus raíces. Historias que hablan desde ese otro tiempo de valor por lo colectivo. Eso es el libro de mi padre, “Arreando sueños: Memorias de un rufiniano”, lanzado de forma independiente en febrero de este año, tras años de escritura y poco más de dos meses antes de que este viejo cóndor decidiera volar hacia las cumbres. Este es mi prólogo para él, uno de tres, y en este día del padre me doy la licencia de compartirlo.
En este ensayo, el nerudiano Hernán Loyola aborda sus pecados: el poeta inútil, el poeta machista, el poeta fabulador, el poeta violador, el poeta mal marido, el poeta plagiario, el poeta insolente, el poeta abandonador, el poeta estalinista y el poeta burgués. Con el fin de «revisar y discutir las historias de las acusaciones más tenaces y difundidas que le han sido atribuidas a Pablo Neruda».