Hoy fue un día intenso y mágico… llovió como no sucedía hace mucho en el Litoral Poeta. El agua sonaba como piedras en el techo, una tras otra, sin descanso, con inusitada fuerza. Tras minutos que hacían pensar en el Arca de Noé, menguaba, se tomaba un respiro, pero pronto volvía a la carga con ráfagas de viento que sacudían las ramas y despeinaba las gotas que se deslizaban por la ventana.
Pasó la tormenta, siguió de largo.. En cosa de minutos apareció tímido el sol, sin embargo, en la medida que se aproximaba al mar fue agarrando confianza hasta mostrar el arcoíris más grande y hermoso que alguna vez alguien haya visto; sus colores nítidos parecían tatuados en el cielo. Era un arco inmenso que no conseguía entrar por completo en la lente de mi celular. Magenta, naranjo, amarillo, verde, cian y violeta… quedé atónito por un largo rato, mientras a la vez ocurría la muerte del sol en el mar del Pacífico.
Una vez más se fue el sol… anda hombre, ve a comprar pan para alimentar a tus crías. Marraquetas y pan amasado colmaron de aromas la ecobolsa CI Craftwork, junto a un par de hermosas paltas.
Camino de vuelta, mientras conducía por la ruta Litoral de los Poetas, entre algunas crípticas nubes cargadas de tormenta apareció la luna. No sé si estaba influenciado por el mágico día, pero lo cierto es que hoy brillaba como nunca. Me estacioné en la berma para tomar una fotografía, sin embargo las traviesas nubes se enteraron y decidieron esconderla. Ahí estuve cerca de media hora, esperando que se asomara.
Ya estamos sentados en la mesa. Té, leche, pan amasado y palta. Se come mientras jugamos a inventar rimas repletas de risa. Entre verso y verso, luz amarilla confiesa que le gusta un chico. Es algo normal, le digo, cómplice… mientras por dentro comprendo que el tiempo no para y que crecen las flores.
-«Ya, a ponerse pijama y vemos una película», les digo.