El escritor algarrobino Pablo Salinas relata en este texto la primera vez que conoció a Ricardo Mosella, emblemático artista de Isla Negra. La crónica da una descripción completa del carácter del creador, quien por ejemplo en una fría mañana de inicio de los 90 llegó a la casa de Pablo con un número de La Cuarta bajo el brazo porque según él salía "lo mismo que en otros diarios, pero más entretenido". La narración luego salta al presente, donde Salinas nos muestra que si bien Mosella está lejos de sus pinceles por razones de salud, su obra -imperceptible aún para el común de la gente- es parte indisoluble de la cosmovisión visual y poética de este relevante territorio.