ÉRASE UNA VEZ, UNA DIOSA

Poema erótico inspirado en los modos de vida que surgieron en las ciudades desarrolladas a través del Mar Egeo, alrededor del 6.500 antes de nuestra era. En Catal Huyuk (actual Turquía), Hacilar y posteriormente en la isla de Creta, se desarrollaron cultural adoradoras de la Diosa. Fundamentalmente pacíficas, estas culturas se emplazaron en los valles fértiles junto a los ríos, libres de fortificaciones que los protegieran de invasores (no hubo invasiones durante milenios). Se cree que fueron sociedades equitativas al observar que las viviendas y tumbas eras muy parecidas en tamaño y riqueza, y se cree también que vivieron en armonía muchos milenios, al observar el nivel al que florecieron las formas de arte, en las cuales aparece representada su coexistencia pacífica con el mundo natural, al que estaban plenamente integrados. Hacia el 4.000 antes de nuestra era, comenzaron las invasiones kurgas que traían a su Dios Javé (del cual deriva el actual Jehová), un dios de la guerra, tirano y celoso. La Diosa fue entonces relegada a una posición secundaria en los mitos religiosos posteriores, sin embargo nunca desapareció por completo.
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Tu vientre es mi refugio
El descanso y la posibilidad de reflexión
Es un juego de besos y mi fuente del calor.
Tu cintura solar es la bóveda de la compasión
Tu vientre la vida misma
Es el año cero, la luz primera
El origen de la civilización.
Madre del Mundo,
Tu vientre es la sirena que anuncia
El fin de un día de trabajo
Es la hora de almuerzo sobre una nube inmensa
Ante la cual se sientan todos los seres amados
Es el instante de ocio de un obrero oprimido
Es la caverna en que la humanidad
Usó por primera vez el fuego
Es el hogar original
Una pradera de amapolas
Y el mar quieto después de tu furia.
Tu vientre contiene el alimento universal
El caldo vivificante de la fundación de los mundos
Los poderes reunidos en una copa de greda
Que almacena el diluvio paciente
A la espera de la cabalgata intergaláctica
Sobre mi toro de acero.
Desnúdate y sube a mi fuerza
Quema mis documentos
Quiero por un momento perder mi identidad
Entiérrala hondo en la anarquía del tiempo
Tal que en la eternidad nadie la encuentre,
Ay Diosa de los gobiernos justos:
Desnúdate y sube a mi fuerza
Sé el sapo fresco y tibio del estero
Y la seta pegajosa del bosque;
Abrázame con tus múltiples brazos de alga
Sórbeme resuelta como el molusco a la roca;
Sube tus cactáceas caderas sobre mis muslos de tierra
Y enrédate a mi cuello con tus zarcillos dorados;
Desnúdate y sube a mi fuerza
Quítate el velo atmosférico que te cubre, oh Diosa
Báñate en radiación cósmica
Y alumbra la creatura primitiva,
Revierte por un instante la dirección de la entropía
Y que la danza de tus senos libres
Tan hábiles en el baile de nuestra canción genital
Promueva el temblor de tus aguas termales
Para lavar la soberbia de mi imperio y liberar a los esclavos
(Dando una clara señal política para la superación del conflicto)
Y me enseñe la templanza para construir nuevos mundos
Mediante el pleno uso de la palabra.
 

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OTRAS DOSIS DE Antítesis

"¿Por qué tanto alboroto e insistencia en torno a un plagio? A Huidobro, una vez que Volodia denunció el plagio con la seriedad y documentación pertinentes, el asunto no habría debido interesarle más allá de lo razonable. Porque, habiendo cumplido con lo que él estimó su deber, obviamente la palabra pasaba al denunciado. ¿Por qué en cambio Huidobro siguió adelante como si se tratara de algo personal y confirió al presunto «delito literario» la categoría de un asunto de Estado, al punto de gastar tiempo, esfuerzo y dinero en publicar un número monográfico de la revista Vital dedicado a machacar sobre la ya bien conocida denuncia del plagio de Neruda? ¿Por qué?"
Pablo Rokha, autor de "Los Gemidos", escribe en 1932 un artículo dirigido a Neruda titulado «Poeta a la Moda», en donde declaraba entre muchas otras cosas, que los «Veinte Poemas de Amor» eran «la típica Biblia de la mediocridad versificada».
En 1935 Neruda disparó desde Madrid un mísil en respuesta a los frecuentes ataques de Pablo de Rokha y Vicente Huidobro. Esta letras, que luego fueron reconocidas por Neruda, fueron impresas y se pusieron a circular de mano en mano; De Huidobro y de Rokha no hubo respuesta.