Mujer infinita

infinita
si encuentras a una mujer infinita en la gran ruta de las resistencias si su frente brilla más que el oro escondido del /mundo sepas que es mi madre
Comparte en las redes

La vendedora ambulante recorre todos los días
la ciudad de todos los crepúsculos
gritando toda su esperanza
a los afortunados de la vida

horizonte salvaje
pecho tristemente alegre
un pañuelo rojo
se desliza alrededor de su cintura
para detener todas la canículas


con un canasto de precipicios
sobre los hombros
ella embosca lo inevitable


mujer infinita
vive peligrosamente
camina porque ha inventado sola
cada uno de sus sueños
cada uno de sus pasos

ningún bosque nativo habla más que ella
quiere reinventar lentamente el mundo
en cada uno de sus pasos
pero incapaz de abrazar el crepúsculo entero
habla como un silencio
canturrea el canto herido de las promesas


(las mujeres infinitas
toman demasiado tiempo para llorar)


mi campesina camina sola
entre los ojos de sol y el resto de la vida
aprendió a dejar una distancia
entre la lluvia y las cosas perecibles
su voz fragmentada sigue siendo la voz del olvido
y se transforma en el origen mismo de su libertad

ella baila sola frente al otoño
porque siempre ha sido sueño
sin fecha de vencimiento
habla sola como una canción relegada
en un país de locos sin locura
oh mujer ambulante déjame ver tus ojos solitarios
mujer-isla déjame tocar tus manos plurales
he escrito tu herida sobre mi piel
dije toda tu bondad a los hombres y sus sombras


he escrito tu nombre
sobre todos los muros de la ciudad
voy todos los días a ver si el tiempo
y la lluvia realmente te engañaron


mujer infinita
mañana iré a buscar mi país
hasta el final de tu silencio
y te amaré hasta que mi sangre y mi estrella
se transformen en una canción dudosa
hasta que mis locuras se desvanezcan en tu río


si encuentras
a una mujer infinita
en la gran ruta de las resistencias
si su frente brilla más que el oro escondido del
/mundo
sepas que es mi madre


oh madre mía entiendo tu sed de justicia
no llores más
entiende tu desconfianza en lo visible

alégrate mejor
porque gracias a los golpes repetidos de la vida
tu hijo se volvió poeta

alégrate madre
tu hijo se volvió poeta

Comparte este post!

Déjanos tu comentario

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

O CON FACEBOOK

Conoce A otros autores

Manuel Rojas

Marité Morales

Miguel Moreno Duhamel

OTRAS DOSIS DE Antítesis

La identidad del pueblo chileno (o, mejor dicho, la identidad de raíz mestiza de nuestro pueblo) se funda sobre una matriz de tipo esquizoide innegable. Quizá la mayoría de los pueblos del planeta (o al menos la mayoría de los americanos) compartan una distorsión fundacional similar. No lo sé. La nuestra, al menos, es una, particular, y se puede expresar someramente así: por un lado, una inclinación extraña, soterrada, casi institucional, a mirar con desprecio, o, en su defecto, con limitante paternalismo, todo lo que huela a indígena, y por otro, cierto orgullo tampoco del todo manifiesto, pero sí relativamente extendido, a la hora de des- tacar ciertas cualidades esenciales y únicas de las etnias primitivas de este suelo; por cierto, con particular énfasis, las del pueblo mapuche.
La muerte es un hábito colectivo...