Claro que esto no es de ahora. Las reivindicaciones de las mujeres con vista a eliminar el género como factor determinante de la posición social, cuentan una historia con más de 200 años. La nada misma, un parpadeo en la línea de tiempo de cinco mil años en la que la subordinación de las mujeres ha sido un rasgo constante en la evolución de las sociedades humanas. Pero hemos de tener claro que la masculinidad hegemónica es un invento del ser humano: el sistema patriarcal se ha basado en mitos infundados, no en hechos biológicos.
En otras palabras, la masculinidad hegemónica no deriva de la esencia humana, sino de la ocurrencia arbitraria de una serie de hechos históricos que se fueron consolidando en rasgos culturales. Y he aquí, tal vez, la más grande paradoja de la historia de la humanidad: somos la única especie cuyo éxito depende primeramente de la cooperación entre individuos, sin embargo, a lo largo de los últimos cinco mil años han sido precisamente los individuos menos cooperativos de la especie (los hombres) los que han dominado a los individuos más cooperativos (las mujeres).
Fue probablemente esta paradoja la que nos condujo al borde de este abismo de devastación de la Tierra, que pone en riesgo nuestra sobrevivencia como especie. Fue probablemente esta paradoja la que sacó a la calle las marchas feministas del 2018, o el salto cuántico de los escolares por sobre el torniquete del metro en 2019. ¿Qué cambió después?
Qué cambió después del 18/0
¿Qué cambió en las mujeres del litoral de la provincia de San Antonio después del despertar del 18 de octubre, o más bien, después del acto de liberación del 18 de noviembre con la universalización del himno “Un violador en tu camino”?
La respuesta es contundente. La necesidad de cooperación entre hermanas surgió naturalmente como mecanismo de acción y contención a la vez.
En este tramo del litoral (y en el mundo) se venían percibiendo cambios energéticos desde hace varios años. Las mujeres, naturalmente mucho más receptivas a estas señales sutiles, veníamos ajustándonos a las nuevas frecuencias de vibración, profundizando en el conocimiento de nosotras mismas, desarrollando nuevas consciencias y sensibilidades.
El 18 de noviembre magnificó dramáticamente estos cambios y, entonces, en el ambiente efusivo y esperanzador de las múltiples marchas en las que fuimos participando, nuestras energías comenzaron a vibrar a la misma frecuencia. Una frecuencia elevada, de fuerte color morado, resonando en una sola consciencia femenina litoral. Nos miramos a los ojos, nos dimos las manos, compartimos la magia de los acontecimientos, pero también aprendimos a compartir sentimientos, algunos de ellos extremadamente dolorosos.
Al sentir el cariño y confianza de la(s) hermana(s) nos contamos nuestros miedos, y en tantos casos, nuestros traumas. Nos dimos cuenta de que TODAS habíamos experimentado alguna vez la violencia del sistema patriarcal, en nuestros cuerpos, en nuestras mentes, en nuestros espíritus. Lloramos juntas de rabia y pena por tantos siglos de daño gratuito, y nos indignamos juntas ante la posibilidad de que ese patrón se perpetúe corrompiendo a nuestras hijas e hijos. Nuestros círculos de mujeres se hicieron más y más grandes, fuimos cada vez más las que adherimos a cada manifestación social exigiendo el resguardo de nuestros derechos. ¡Los derechos de las mujeres, nuestros derechos! Esos que sentimos y definimos nosotras, no los que discutan y determinen los mismos que nos han impuesto cadenas y nos han relegado a un rol sin retracto.
Nuevas redes
Desde el despertar de Chile, las mujeres del litoral tendieron potentes redes de cooperación, desde colectivos feministas para resguardo de los derechos de la mujer y protección contra la violencia de género, hasta agrupaciones de madres por una educación centrada en el amor. Algunas de estas redes existían con anterioridad pero cobraron una potencia adicional ante la contingencia de este maravilloso despertar. Grupos de mujeres que comparten altruistamente sus experiencias y conocimientos para apoyar y mejorar la vida de otras mujeres, convencidas de que solo con mujeres sanas y felices se puede lograr la tan anhelada justicia social económica y ambiental para Chile.
Son mujeres que emplean la sororidad, el trabajo cooperativo y el feminismo comunitario, pasando de la protesta a la propuesta, y de la propuesta a la acción, para lograr los derechos básicos que nos han sido sistemáticamente negados por modelos socio-económicos fundados en jerarquías patriarcales. Queremos por ello exaltar el trabajo comunitario de las mujeres de las siguientes organizaciones del litoral de la Provincia de San Antonio:
- Colectivas feministas y organizaciones de mujeres: «Tejido Feminista de la Mar”, “Brujas de la Mar”, “Mujeres Libres”, “No Somos Eva”, “Circulo de Mujeres Agua Lunar”, “Juntas brillamos más”, y Coordinadoras 8M locales;
- Escuelas feministas e colectivas de madres: “Escuela de Autoformación Feminista Nicole Saavedra Bahamondes”, “Colectivo de Mujeres Madres Duca-Duca Tribo”, “Criar en Tribu”;
- Grupos Terapéuticos de Contención: “FEME”, “Colectiva Tabo Feminista”;
- Grupos de trueque “Bien de Diógenes ~Litoral Central”, “Trueque para Siempre!”.
- Colectivas de artistas “Tarkeras Litoral”, “Acción Litoral”, “Comparsa Llolleo Negro”.
Esta ola feminista litoral reivindica hoy para todas las mujeres de Chile:
- el derecho a una educación de calidad no sexista, 100% gratuita y financiada por
el estado; - el derecho al aborto, libre, legal, seguro y gratuito y la garantía de nuestros derechos sexuales y reproductivos;
- el derecho a usar de forma sustentable los recursos que nos comparte la Madre Tierra, entre ellos el agua;
- el derecho a una vivienda digna y a un sistema de salud gratuito y de calidad;
- el derecho a trabajos no precarios y bien remunerados, contra la brecha salarial, por salas cunas en cada lugar de trabajo, sin discriminación a las mujeres migrantes;
- el fin de las AFP;
- el derecho a que se revalorice el llamado trabajo doméstico, que es precondición
para el desarrollo de nuestras sociedades: ¡Cuidar, criar, también es trabajar! - justicia y verdad ante las violaciones a los derechos humanos por parte del estado, específicamente a las mujeres y en el contexto de revuelta: Porque en Chile torturan, violan y matan!
Participación real
Pero el trabajo cooperativo no es suficiente para lograr los derechos básicos de las mujeres con la rapidez que amerita el estado tan crítico en el que se encuentra la civilización global. Para ello, es necesario que veamos aumentada nuestra contribución real a la toma de decisiones en todos los ámbitos de la actividad humana.
En este sentido, es fundamental la asignación de cupos de equidad de género en ciencia, en política, en economía, en las artes, en la educación, etc. No se trata aquí de que las mujeres no lograríamos llegar a ese lugar por nuestros propios méritos humanos, claro que lo lograríamos.
Pero es urgente llegar; ya no hay tiempo para esperar a que el engranaje oxidado de la falsa meritocracia vaya paulatinamente dando paso a los circuitos integrados de valores que aborrecen el individualismo del patriarcado. Hay que intervenir radicalmente el sistema de civilización actual para asegurar la sobrevivencia de nuestra especie y reducir nuestro impacto sobre el resto de seres vivos con los que compartimos este planeta.
Esta intervención necesita mujeres, todas las mujeres. Y muchos hombres, todos los hombres que liberados de la toxicidad de las jerarquías dominadoras, encuentren en el respeto por todo ser vivo, el camino de la prosperidad. La masculinidad hegemónica es aún una herida abierta, pero todas juntas lograremos que se convierta en una eterna cicatriz en las pieles de esta, nuestra era del Antropoceno.
8 de marzo de 2020
Mujeres Empoderadas del Litoral
Provincia de San Antonio
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