A esta altura está claro que los humanos necesitamos generar un cambio en nuestro estilo de vida… Y en pro de sí mismos. Así de egoístas. No hay más tiempo. ¿Cómo hacerlo sin matarnos? Estirando las ciudades, modificando los hábitos de consumo, generando mercados de especialidades o economías de nicho.
El mismo día de la peregrinación que algunos fieles hacen hacia Lo Vásquez -no quiero achacar un milagro-, me junté con Aníbal, un bien entendido loco que andaba en la zona. Él se crió en El Quisco, pero hoy vive en Santiago, allí montó su empresa audiovisual y da la pelea de ciudad con dignidad y estilo. Sin embargo, yo le digo: “vente pa’ acá loco con chaleco”. En Santiago no hay dónde reflejar el mar.
El origen etimológico de la palabra “economía” se encuentra en la palabra griega “oikonomos”, que significa administración del hogar.
En la costa es imposible no conectarse con la naturaleza, y no recuerdo si lo soñé o qué -hace tiempo que no me pasaba-, pero tras una aparente serie de sucesos tan personales e imperceptibles como imposibles de transmitir, entendí que viene abundancia. Me llamó poderosamente la atención la carga que soporta esa palabra y me perturbó comprender que abundancia de machas no es lo mismo que abundancia de ratas.
Nuestra sociedad actual genera espacios para la rata y extermina las machas. No digo que el ratón sea malo, ni la imperante de erradicarlo, más bien me refiero a los desequilibrios de nuestro sistema. Y soy muy cauteloso al hablar de la abundancia de lo humano, pues ni de cerca quiero sonar genocida, todo lo contrario. Creo en lo humano y definitivamente pienso que hay espacios para distribuirnos y generar microeconomías colaborativas sustentables; generar nichos.
El Litoral Poeta tiene grandes argumentos para crecer, algunos imposibles si se quisieran construir; ya tiene lo más difícil. En antítesis, lo más “fácil” es que lleguen al #LitoralPoeta las inmobiliarias a construir sus típicos proyectos. Y que se entienda, no soy contrario a que vengan, pero traigan ideas sustentables. Sitúense bajo los prósperos estándares mundiales de bio conservación. Moderno: quedan líquidos los que bailan, pero tienen que ser SUS-TEN-TA-BLES. Se trata de ir un paso más adelante en la economía del futuro. Al menos.
Así tal vez, más adelante, de acá se escribirían algunas de las series chilenas para Netflix, por decir algo. O tal vez la empresa de comunicaciones WOM, vibrando diferente, mudaría su centro creativo a nuestra zona litoral… Cerca de un puerto y a hora y media de Santiago (¿y el tren?)
Ambientalismo: la madre de todos los ismos.
Bajo el utópico(?) contexto resulta inverosímil que el Ministerio de Cultura -como dijo el “actista” Pablo Salinas- todavía no esté operando estratégicamente en la zona. Va más allá de un tema político. Este lugar tiene copas.
Raya para la suma:
1.- La concentración de personas es abundante para la nomía, porque de eco, nada.
2.- Poblemos nuevos lugares, o si suena más chic, acá desarrollen el Silicon Valley del decir poético.
De todas formas tenemos que ser realistas; podríamos morir esperando. Por tanto, si el cambio no resulta espontáneo en el excel del sistema, sé tú la celda. Emigra a la montaña, el campo o la playa, donde mejor encajes -un tiempo si quieres; trashumante-. Estira el mercado.
¿Para acá? Que se venga el lenguaje poético y la mayor experiencia.
