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Cantalao, una ciudad para los poetas

Cantalao se trataba de una construcción semicircular ubicada en Punta de Tralca (comuna de El Quisco, Chile) que miraría hacia el mar y que a lo largo de mil quinientos metros cuadrados tendría salas de conferencias, un teatro, habitaciones para los huéspedes, comedores y otras salas sociales, una biblioteca y un centro destinado al estudio del mar.
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Cuando regresó de Francia, retomó una iniciativa que había empezado a preparar ya en 1969: la construcción de una residencia para escritores y artistas (Cantalao), muy cerca de Isla Negra, en unos terrenos que había adquirido en la cima de un acantilado en Punta de Tralca. Se llamaría Cantalao, un término de resonancias araucanas que apareció en su novela El habitante y su esperanza. Su intención era crear una fundación de carácter cultural y ámbito internacional que, con el producto de sus derechos de autor, gestionara aquel lugar, donde los escritores becados podrían vivir dedicados plenamente a la creación.

En 1973, consciente de que su deteriorado estado de salud acortaba su esperanza de vida, dedicó una buena parte de sus esfuerzos a adelantar este proyecto, con el apoyo del Gobierno a través del Ministerio de la Vivienda y de la Corporación de Mejoramiento Urbano, que dirigía el arquitecto Miguel Lawner. Además, invitó a las tres universidades más importantes del país a integrarse en aquella fundación y, para ello, el 11 de marzo escribió sendas misivas a los rectores Enrique Kirberg (Universidad Técnica del Estado), Edgardo Boeninger (Universidad de Chile) y Fernando Castillo Velasco (Universidad Católica), para convocarlos a una reunión en Isla Negra.

También se preocupó de buscar financiación internacional y por ese motivo en agosto escribió al embajador mexicano, Gonzalo Martínez Corbalá, quien posteriormente le transmitió el respaldo de su Gobierno al proyecto. «En mí está profundamente grabado el día en que me invitó a almorzar a su casa de Isla Negra para plantearme su deseo […] de construir una ciudad exclusiva mente para artistas e intelectuales en las alturas, con paisajes y climas perfectos», recordó Martínez Corbalá. «Quería llamarla Cantalao…». Y en aquellas semanas también concluyeron los trámites necesarios iniciar las obras, como recordó años después Carlos Martner, uno de los arquitectos que, al igual que Raúl Bulnes, participó en la iniciativa: «El proyecto estaba casi listo, pero no se alcanzó a hacer ninguna instalación de faenas. En agosto de 1973 tuvimos las últimas reuniones en las que mostramos el proyecto y ya estaba aceptado por las autoridades de la Cormu y también Neruda, pero en terreno no se alcanzó a hacer nada… El golpe terminó con todo».

En 2006, se hallaron los bocetos de Cantalao aprobados por el poeta, que habían desaparecido después del 11 de septiembre de 1973. Se trataba de una construcción semicircular que miraba hacia el mar y que a lo largo de mil quinientos metros cuadrados preveía salas de conferencias, un teatro, habitaciones para los huéspedes, comedores y otras salas sociales, una biblioteca y un centro destinado al estudio del mar.

pablo neruda

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