«Sí» y «No» fueron los vocablos elegidos para resolver una atroz dictadura. Blanco o negro. Dos polos sin acuerdo. Ganó el No, que duda cabía, pero la negación fue un manifiesto. Y ahora que estamos todos de acuerdo en que se deben hacer cambios, eligen las palabras «Apruebo y Rechazo» para definir una Constitución que nos una… o con amor según algunas campañas. Otra vez Maquiavelo, hasta cuándo con el mismo cuento.
Constitución viva
Un 80/20 dio paso a un proceso democrático que en cierta medida aplacó el descontento. Con aquello, y tal vez con un plazo apretado, se eligieron constituyentes que se volcaron al trabajo de construir una Nueva Constitución, que tuvo un costo para todos (Estado), es decir, se invirtió dinero público y tiempo. No lo podemos lanzar al tiesto. Nos pasa parecido en el fútbol. Siempre estamos partiendo. Nunca tenemos un proyecto, una idea base que vayamos perfeccionando; una y otra vez comenzamos desde cero; nunca un proceso, nunca el arte del agua a la roca… nunca vamos cimentando, construyendo, creciendo.
Además, en este presente tan variable, mutable, en constante movimiento; las constituciones del mundo deberían ser comprendidas como organismos vivos, naturales, que evolucionan a cada momento. Se acabó el mundo análogo, lo terminó de matar la pandemia. Hoy todo es voluble, digital, vertiginoso. Los descubrimientos y avances son pan de cada día. La organización social es mutable, específica, individualizada, interconectada, global, movible. No podemos darnos el lujo de pensar una constitución invariable durante los próximos 50 años.
A elegir una opción
Chile, país poético, elige pésimo las palabras que rigen sus más importantes procesos.
Las opciones ideales serían:
— Estoy de acuerdo.
— Requiere más acuerdo.
En fin, que no se diga más, ya es tarde, otra vez estamos en esto. Así que ahora usted debe elegir una opción, una palabra y tal vez hasta querrá «mojarse el potito» públicamente… hágalo con respeto. Muestre su cultura: no tergiverse, no descalifique, no difunda miedo. Podemos hablar, no existe lo perfecto.
En este plebiscito se define si mantener vigente la Constitución del ’80 (aunque algunos les guste decir «la de Lagos») o cambiar a la del 2022 y en este contexto histórico, yo Apruebo. Nos confirma ante el mundo como un país democrático, más moderno y con opciones reales de dejar el sub desarrollo. Pero no veo la Nueva Constitución escrita en piedra, como algo inmutable, sino como el inicio de un proceso: una Constitución abierta, corregible, flexible, que se adapte rápido a los vaivenes del tiempo. Y creo que eso será, gane la opción que gane, lo que exigirá la gente.
Finalmente, si gana el Apruebo, el desafío consiste en mejorar lo que está y seguir empujando cambios, como una fórmula de crecimiento permanente. Si gana el Rechazo, espero se abra un nuevo proceso constituyente que aproveche la inversión de dinero y tiempo, es decir, que construya sobre los cimientos democráticos ya construidos; que no que pretenda partir una vez más de cero.