Poeta Morales Monterríos: En la liguilla de la Copa de Campeones de Europa

Imagen: Algarrobo Al Día
Ganador del VII Premio Hispanoamericano de Poesía de San Salvador, El Salvador; del XXII Premio de Poesía Vicente Núñez, Córdoba, España; del I Premio de Poesía Carlos Oroza, Vigo, España. En Chile, también en los últimos meses, ganador del Aristóteles España de Castro, del Stella Corvalán en Talca. Atesora con frenético orgullo un segundo lugar en el Concurso de Poesía de El Quisco. Con los jurados santiaguinos le ha ido pésimo.
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La primera vez que pisé Las Cruces, me senté en una mesa en la cual diversos poetas hacían aquello que el cliché literario ha tendido a llamar tertulia: una mezcla de risas, comentarios intelectuales, adulaciones, categorizaciones taxativas, un par de versos escritos en una servilleta. Al otro extremo de la mesa, también apareciendo recién por el territorio, se instaló otro poeta. Lo llamaban Roberto, en ese tiempo.

(Punto aparte. Una vez, mi tío Lucho me llevó a ver un partido de Rangers y me advirtió “fíjate en el delantero, el único delantero”. Bastaron tres carrerones para distinguir la potencia y capacidad sobrehumana de Dundo, un fuera de serie e insigne goleador de equipos “ascensor”. Podría haber estado en el Real Madrid).

Dos comentarios de Roberto en esa mesa y una ojeada a su libro “Poemas de amor del obrero John Lágrimas” y me acordé de Rubén Dundo.

Roberto Morales Monterríos acaba de ganarse un tercer premio internacional de poesía en menos de un año. Y vive en Las Cruces. Escribe en Isla Negra. Es verdad eso de “Litoral de los Poetas”.

En su línea de trabajo nos encontramos con el número PI o con la naturaleza vibratoria de la luz. Escribe de física cuántica, pero no la muletilla. El poeta Monterríos sobre todo estudia e investiga. Cuando se lo presenté a León Briceño, Briceño posó su mirada en el horizonte y tras una gaviota que se robaba una papa frita de su mano, dijo: “Monterríos tiene duende”.

También escribe sobre hojas, la tensión superficial del agua, las cucarachas, la ley de gravedad, las cigarras y las palabras. Las palabras como fenómeno. Pero no está reescribiendo el libro Biología de Villee, está escribiendo poesía, una poesía auténtica, única, arriesgadísima: desaparece el hablante lírico, la intervención de recursos literarios. En un territorio que, de pronto, se plagó de ecopoetas, Morales Monterríos nos dice que el fenómeno poético siempre ha estado ahí, en la reproducción de la cigarra, la baba del caracol, el lenguaje de las hormigas, así, tal cual en el ECO, sin necesidad del ego mastodóntico del poeta de musa inspiradora y sombrero, que en pleno siglo XXI todavía escribe sobre artes poéticas.

Ganador del VII Premio Hispanoamericano de Poesía de San Salvador, El Salvador; del XXII Premio de Poesía Vicente Núñez, Córdoba, España; del I Premio de Poesía Carlos Oroza, Vigo, España. En Chile, también en los últimos meses, ganador del Aristóteles España de Castro, del Stella Corvalán en Talca. Atesora con frenético orgullo un segundo lugar en el Concurso de Poesía de El Quisco. Con los jurados santiaguinos le ha ido pésimo.

Contra la hegemonía de “los y las poetas con compromiso político, ética de género, poeta de sensibilidad ambiental, Morales Monterríos ha tirado el cerco al suelo”, indica Briceño. No tiene que hablar de su compromiso con la naturaleza, para que su obra que visibiliza la belleza de la seda que producen los gusanos o el tejido de la araña, tenga un compromiso absoluto con la naturaleza. En su obra no hay hablantes líricos puño en alto, pero que a su vez reducen a la mujer a la musa silenciosa, objeto. Hay obreros y mujeres que tratan a chuchadas, los versos mal habidos de un poeta obrero mal alimentado. Su trabajo es disciplinado, riguroso, técnica de relojero, anti inspiración divina.

Dice Julieta Marchant en su libro “Contra el clich锓la técnica no va a contramano de la emoción, (…) Sin esa manera [la técnica], la intensidad se quedaría obturada en el cuerpo del poeta, invisible para nosotros”… (el poeta que escribe artes poéticas…) Quizás por eso, cuando el maestro Briceño lo vio triste esa tarde en Isla Negra tras recibir la noticia de una nueva derrota en un premio capitalino, tomando un café y comiendo churrascas, le dijo: “no sea amermelado Roberto, usted está entrando en la liguilla para la Copa de Campeones de Europa, no se preocupe de la Copa Chile”.

Luis Herrera (1981) es escritor e investigador. De profesión profesor de castellano, tiene un diplomado en lingüistica aplicada y un magíster en docencia universitaria. Ha publicado libros de relatos, poesía y ensayos.

Texto publicado originalmente en www.algarroboaldia.cl

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