Pero no es un “investigador” de Google ni un recopilador de fotos: lo suyo va más de la mano con un periodismo de rigor, con fuentes primarias y con conocimiento vivencial. Quizás porque una persona con destrezas argumentativas e inteligencia aguda puede ser un gran periodista e investigador, del mismo modo que personas torpes y de mente cerrada, no por un diploma colgado en la pared lo podrían ser.
Por consiguiente, en el tsunami de impresiones de libros (y escasa edición) que han inundado el litoral en los últimos años, trabajos como éste se erigen como, en palabras de Parra, un palacio en una población callampa. Explora a 18 personalidades que han habitado el litoral, artistas e intelectuales, que van desde las grandes bestias -Neruda, Huidobro y Parra- a otros menos difundidos como Magallanes Moure, Leng y Soro.
Si bien varios de los capítulos (cada capítulo, una personalidad) se sostienen en base a una información acotada, referencial, de tono efeméride producto de la imposibilidad de acceder a núcleos más íntimos de investigación, esta constelación suma galaxias y astros menores y otros mayores. Y eso se nota. Por ello es una constelación. Sin embargo, el trabajo de Salinas, especialmente en cuanto a las galaxias mayores, no cae en lugares comunes, sino que agrega un conocimiento que sorprende: nuevas perspectivas sobre Neruda, nuevas perspectivas sobre Parra, Huidobro, Rojas, de quienes tanto se sabe, de quienes tanto se habla, pero no en esa dimensión de adherencia al convivir marino de este litoral. Además, Salinas lo hace agregando su vínculo interno con cada “astro”, lo que en ocasiones lleva al texto a una exploración de las reflexiones y accesos íntimos que el autor tiene con estas figuras: la lectura de un cuento de Lafourcade que se centra en Huidobro, el testimonio de sus encuentros personales con un Nicanor rapeador o las visitas que recibe en su casa, o parte de su formación como artista que ya tocaba de forma tangencial uno que otro de los seres humanos recopilados. Esos pasajes, en que el investigador agudo se da licencia de plasmar su sentir y sensibilidad, son sin duda los puntos más atractivos del texto.
Maravilla aparte, descubrir la envergadura arraigada a El Quisco de Camilo Mori o la relevancia subvalorada de Tótila Albert Schneider (uno de los mejores capítulos del libro) o el compromiso de María Elena Gertner, cuyo vínculo con la comunidad desde su posición de artista está por sobre varias de estas mismas figuras.
Por último, qué poco valoramos la presencia de Manuel Rojas en El Quisco. Un narrador a la altura de José Donoso o de Roberto Bolaño en las letras nacionales y a la par de poetas como Nicanor Parra o Pablo de Rokha. Y tuvo dos casas. Y vivió harto tiempo. Pasajes de “Hijo de ladrón” fueron redactados frente a estas costas.
Cuando le comenté esto al sacerdote maya León Briceño, quien también leyó el libro y prepara una analogía mediante inteligencia artificial con la Vía Láctea, sentenció: “Los narradores no tienen propaganda, como sí la tienen los poetas. Eso del verso, eso del octosílabo, eso del slogan, funciona más en los vates que en los escritores de fondo, aunque la gente compre más novelas que libros de poesía. El novelista gana por puntos, el cuentista por knock out, pero el poeta gana con un micrófono en la conferencia. Los poetos son mucho del autobombo. Los narradores son humildes. Por ello no me extraña, la dizque indiferencia con el autor de “El vaso de leche”. A esa provincia la llamaría el “Litoral de los Poetas & Manuel Rojas”.
Un comentario
Tremendo aporte para revalorar las múltiples y talentosas figuras de nuestro Litoral