Hoy llegó al jardín una niña llamada Esperanza. Me tomó con fuerza y me sacó de la caja con la alegría de haber encontrado un tesoro. No me peinó ni me cambió de ropa, como suelen hacer las niñas. Solo me dijo: «tú serás la piloto de la nave».
Debo confesar que fue un día intenso. Pilotear una nave espacial no es tarea fácil, más para una muñeca acostumbrada a largas sesiones de belleza y té. ¿Qué seré mañana? Podría ser una montañista; una astronauta que llega a la luna; una científica loca… Esperanza, por favor, no faltes mañana al jardín.
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