Que «los valores se enseñan en casa» es casi una máxima irrefutable. En consecuencia como nación hemos enseñado a nuestros hijos que el supuesto éxito social está por sobre los valores humanos, y que éste se consigue a cualquier precio. Roba a tu abuelo, a tus tíos, a tus hijos, a tu padre, a la madre tierra… pero tienes que ser «exitoso». Todo vale.
Se pervirtió la percepción del progreso, todo se volvió zafio. Ese es el mensaje familiar que validamos en las urnas, dos veces, y ese es un camino muy poco esperanzador que inocentemente ha construido este inmaduro e irresponsable país, y que probablemente ni siquiera el coronavirus logre corregir. Si el futuro nos preparara un nefasto e hipotético escenario electoral, con un candidato limitado o derechamente muy discreto en liderazgo, y otro muy ladrón, ¿cual eliges? Si les preguntan a quienes votaron por Piñera, probablemente lo repetirían. Son burros.
Y todavía más ilusos, pues pensaron que Pillín no iba a sacar partido, como si el tigre pudiera elegir no tener rayas. Juraron que Chile iba a ganar, porque él tenía la fórmula… sin reparar un segundo que su éxito se sostiene en la ordinariez de estafar a través del Banco de Talca, de defraudar a Claro con Transbank, de manipular a un panelista de tv para dejar «como cabra chica» a una candidata a la presidencia, de usar información privilegiada en LAN, y de tantas otras acciones antiéticas y al límite de lo legal, que comparten el mismo denominador común: sólo para él, para su particular beneficio, siempre única y ordinariamente para su «éxito».
«El Gobierno de los Mejores; «Tiempos Mejores»; «Chile en Marcha»…
Váyase Sebastián, por favor, pero no renuncie ni permita que lo saquen a la fuerza, eso es muy ordinario. Llame a elecciones adelantadas e inmediatas, porque necesitamos ser felices, empezar a retomar el camino de Pedro Aguirre Cerda. Además nadie soporta verlo, y con el dinero que tiene ya se puede borrar.