Editorial revista Entreligas edición mayo 2011

Educación de Museo

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A los 18 años los jóvenes pueden contraer matrimonio, beber alcohol, disponer de su cuerpo y conducir un auto, pero ni luces de lo más importante: manejar su existencia por las enredadas curvas del sistema. Y como si esto fuera poco, durante cuatro años (tal vez la mejor etapa de la juventud) los evalúan con notas que valen toda una vida. Y ni hablar de después, cuando los catalogan y encasillan. Parecen productos sin posibilidad de cambio. Vetusto. Ridículo.
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Ahora que las demandas sociales están en pleno auge —no sólo en Chile— y que el descontento civil que se veía venir se hace manifiesto, resulta ineludible rebasar la temática fútbol para referirme a la educación, tema de interés para el gran porcentaje de estudiantes que componen nuestra fauna liguera, y también para sus padres.

He seguido con particular deleite las demandas estudiantiles. Si bien resultan muy atendibles todas las peticiones, creo que la discusión es aún más básica y profunda que ceñirse a resolver las eternas y bizantinas discusiones como el lucro, la desigualdad de oportunidades o las herramientas de acceso a la enseñanza superior. Y no pongo en tela de juicio la relevancia de dichos temas, lo que intento decir es que son las consecuencias de un problema de origen; el resultado de aferrarnos ciegamente a viejos paradigmas.

Nueva educación; nuevos paradigmas

A los 18 años los jóvenes pueden contraer matrimonio, beber alcohol, disponer de su cuerpo y conducir un auto, pero ni luces de lo más importante: manejar su existencia por las enredadas curvas del sistema. Y como si esto fuera poco, durante cuatro años (tal vez la mejor etapa de la juventud) los evalúan con notas que valen toda una vida. Y ni hablar de después, cuando los catalogan y encasillan. Parecen productos sin posibilidad de cambio. Vetusto. Ridículo.

La educación debe ser entendida como el periodo en que se aprende a ser ciudadano. Así de simple. En ese contexto, me parece inconcebible que tras 12 años de «estudio», los jóvenes sean invitados a un juego del cual ignoran absolutamente las reglas esenciales (lo cual se presta para abuso). Hoy a los 18 años se gradúan como personas cívicas y no tienen la más remota idea de cómo funcionan las AFP, las Isapres, las herramientas de inversión y de ahorro. Es insólito, desconocen temas que son pertinentes a todo ciudadano. No saben en qué consisten los trámites para comprar una casa, un auto, armar una empresa, generar un contrato, qué significa legalmente casarse; ignoran cómo abrir una cuenta corriente, cómo funcionan los instrumentos crediticios, cómo se hace un cheque, qué es un factoring o, en el peor de los casos, siquiera de cómo es entendida la lógica de mercado, donde nada se entrega sin recibir algo a cambio.

Debemos cuestionarnos qué pretendemos de la educación como fin, es decir, qué queremos conseguir de ella. En el periodo de la industrialización estaba medianamente claro, pero la sociedad cambió muy rápido… demasiado. Tan así que no dio tiempo para el acomodo.

La educación yerra y pierde tiempo

¿Qué buscan al instruir con ahínco sobre Adán y Eva, Calígula, Nerón, Napoleón, Hitler y tantos otros errores? El joven que encuentra la pasión por ciertos temas, que logra conocer sus habilidades, enciende en sí un genuino interés por saber. Además en esta época todo se encuentra a dos clic de distancia, en otras palabras, la memoria está archivada en la red, por lo tanto ya no es necesario recitar, sino que se requiere de ciudadanos que sepan encontrar la información, luego la clasifiquen, la enfrenten, la digieran, y finalmente generen algo nuevo. ¿Y si en las escuelas enseñamos sólo el índice? De esa forma sabrían buscar en la red y destinaríamos el tiempo sobrante a entregar el conocimiento para vivir.

PAA o PSU; lucro más, lucro menos. Todo aquello no es más que trasladar de posición el problema. Lo que hoy se necesita es jugar en un nuevo tablero, o al menos que enseñen bien las piezas y movimientos del que existe.

¿Por qué no ocupan bien el tiempo escolar y mejor les hablan de cómo vivir? Así les enseñan a cómo cuidar el planeta, a saber reaccionar, a sentir el presente, a pensar el futuro, a inventar… ¡Bah! Se me olvida que estamos en un círculo vicioso, porque la gran mayoría de quienes educan también fueron instruidos con el paradigma de que todo está inventado, todo está dicho.

Todo esto me recuerda una canción de Bersuit que dice: “yo veo al futuro repetir el pasado; veo un museo de grandes novedades… Y el tiempo no para”.

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