Mirando Facebook, más bien por aburrimiento, comencé a notar que me aburría aún más. Al paso de los post, fue cada vez más evidente la afectación y padecimiento en que vivimos sumidos, sin ver más allá, o viendo más allá, pero olvidando pronto lo maravilloso que nos rodea y que somos. ¡Cómo es grande el pesar! Pienso. Una red social destinada a intercambiar información necesaria para el bienestar mental, de estudio, entretención o para contactarse con amigos de otros países, hoy está siendo utilizada principalmente como lenitivo al malestar social-cultural.
Nuestro malestar: esa lacerante inadaptación con todo. Ese valemadrismo, en buen mexicano, o en la expresión chilensis “no estoy ni ahí”, que se manifiesta hacia el orden que prepondera en el estado de persona civil dentro del actual modo de vida (o sobrevivencia). Aquello que debiera darnos cierta libertad de expresión, tomándola en serio, claro, es un concierto de garambainas que sepultan entre el odio y la inconformidad cualquier cosa, opinión o sujeto. Se permite desde el semi-anonimato escupir hacia arriba creyendo que no caerá de vuelta en un ojo. Catarsis. La sociedad toda es una masa amorfa construida del neo humano que se pasea dando opiniones que jamás se atrevería a dar en público. Que las autoridades, que la vecina, que los poderosos, que los abusos de poder, que el vilipendio político, la escasez laboral, los servicios de salud, etceterá, etceterá (sí, con acento en la a) ¿Para eso es la libertad? ¿Así se busca la satisfacción o esa utópica palabra llamada felicidad?
Me detengo en algunas publicaciones: “esto es lo que está pasando en el otro lado del mundo y no hacemos nada”, o “funemos a este tal por cual que está matando especies protegidas” o “¡¡Aterrador!! Imágenes fuertes de la picadura de la mosca tábano”… ¿Qué está pasando con nuestras cabezas? Si el mundo se pudiera arreglar con una fotito y un texto que pareciera hacer algo, hace rato ya que estaríamos hablando de desarrollo, no habría que postear lo que se debe hacer, no habría ignorantes matando animales a diestra y siniestra, no habría que exponerse a imágenes de mal gusto que alertan sobre algo que está lejísimos de concretarse en el espacio y lugar donde estás (sería muy mala suerte). Pienso en esos fanáticos de post con estilo sensacionalista y aparentemente preocupado y me embarga una profunda desolación. ¿Cómo no pensar en las consecuencias? Es tal el egoísmo y es tal el malestar, que sólo se puede aspirar a vomitar sin pensar. Para colmo, con faltas ortográficas que provoca aún más desazón y tanto más cuando se perdona la carente facultad escrita condenando a quien corrija una letra que sea, porque es signo de mala educación o antipatía ¿Desde cuándo escribir bien es señal de mala educación?
Nuestro malestar. Cuando Ghandi dijo: ojo por ojo y la humanidad terminará ciega, visualizaba una parte de lo que hoy estamos viviendo como una agónica sociedad indispuesta a exigir y muy presta a quejarse. La indiferencia al entorno y la suspicacia a relacionarse en vivo ha sido cambiada por el coraje de despotricar, caiga quien caiga en la red social. Acentúa la apatía y el tedio, y envalentona al más cobarde. Pero afuera, también se encuentra el malestar y el valemadrismo. Una mujer joven comenzó a guardar en una bolsa plástica un paquete de servilletas que compré en un negocio local, la detuve pidiéndole que no lo hiciera y en seguida le pregunté por qué lo hacía. Ella contestó, “no importa, igual ya nos han venido a multar, pero igual damos bolsas” ¿Y la contaminación? Insistí. Sonrió con bastante ingenuidad y dijo que sólo le interesaba ganar algo de plata, porque tenía un hijo pequeño ¿Qué tal la respuesta?
He estado a punto de cerrar mi cuenta en esta demoníaca red en varias oportunidades. Pero recuerdo que trabajo con las redes sociales y se me olvida. Sin embargo, la tentación es grande. Uno de mis amigos se sorprendió porque no uso mi nombre completo “¿y cómo te van a encontrar?”, me dijo como si estuviera cometiendo un pecado mortal. Bueno, le contesté: ¿Y para qué querría que alguien me encontrara? La desorientación y el sinsentido en que nos tienen sumidas las redes (anti)sociales ha profanado los valores, la cultura y la amistad, haciendo creer que lo malo es bueno y que lo bueno es peor, lo nota usted?
En fin que tratando de conciliar con la libertad de hacer, comienzo a sospechar que nada de lo que diga funcionará para aminorar siquiera mi propio malestar, ni demostrar que estamos siendo automatizados por los medios en red para dejar de pensar, de actuar y de conocernos. Más que todo me preocupa que como humanidad estemos en caída libre hacia el abismo, y que como patadas de ahogado, no sea posible despertar del letargo que nos da la leve facultad de sentirnos soberanos para manifestar nuestro malestar.