A los 18 años los jóvenes pueden contraer matrimonio, beber alcohol, disponer de su cuerpo y conducir un auto, pero ni luces de lo más importante: manejar su existencia por las enredadas curvas del sistema. Y como si esto fuera poco, durante cuatro años (tal vez la mejor etapa de la juventud) los evalúan con notas que valen toda una vida. Y ni hablar de después, cuando los catalogan y encasillan. Parecen productos sin posibilidad de cambio. Vetusto. Ridículo.