Estamos en medio de una pandemia mundial que nos está obligando a reflexionar sobre nuestro vetusto sistema social y económico, esta vez en serio.
La etimología de “economía”, deteniéndonos cuidadosamente en las palabras como nos pidió Vicente Huidobro en su “Arte Poética”, viene del griego “oikonomos”, que significa administración del hogar (oikos: casa; nemós: administración). Sin embargo, la morada tierra, nuestra casa global, que es una organización celular viva compleja, está siendo mal administrada por los embates de la estúpida subsistencia de una especie numerosa que se dice inteligente.
Este tiempo de cuarentena, que más bien me gusta llamar “época de introspección colectiva”, además de revisar nuestra idea de progreso, nos obligará a cuestionar la actual e inagotable idea de “crecimiento económico”, la que nos llevó a esta escalada absurda en los niveles de producción y basura que, sumada al concepto de “optimización”, solo nos ha llevado a precarizar la vida. Y esa no es una manera inteligente de administración del hogar. No tiene ciencia (eco-logía). ¡Ya no podemos “crecer” más! Tenemos que deconstruir lo que hoy se entiende como progreso económico.
La futura economía (en la que gozará de gran popularidad la economía creativa o economía naranja), más que preocuparse del eterno aumento de la ganancia, medirá el equilibrio y ese será el nuevo patrón de éxito colectivo. Algo cercano a la filosofía utilitarista que proponía Jeremy Bentham, con el punto preciso de intersección entre la máxima felicidad y el mayor número de personas.
Antes de esta crisis global ya se hablaba fuerte de la sustentabilidad -sin una verdadera aplicación-, palabra que encierra un fino tramado entre nuestra existencia y el planeta. Sin embargo no habíamos asimilado la inexorable vinculación del concepto con la felicidad y la calidad de vida.
Economía Naranja
“La economía naranja o creativa se define como el grupo de actividades a través de las cuales las ideas se transforman en bienes y servicios culturales y creativos«*. En otras palabras es un modelo económico que pone énfasis en el desarrollo del mayor capital de la humanidad, el cual además no puede ser reproducido en serie: la creatividad, una aptitud única de nuestra especie que, además de ser nuestro futuro motor de progreso, es tan diversa y florida como las posibles e infinitas combinaciones humanas.
Según datos Unesco (2015), la economía naranja representó el 3% del PIB mundial, que en escala significó un número superior al PIB total de países desarrollados como Alemania, y fue todavía más grande que la industria automotriz de Europa, Japón y EE.UU, junta.
¿Cómo funciona la Economía Naranja? En sencillo, reporta relevantes ganancias económicas sin generar residuos. Es una industria limpia. Y aquí viene lo que más gusta a la nueva camada de intelectuales “economistas”: la industria creativa impacta positiva y directamente en el PIB de las naciones que la aplican, sin restas.
Por ejemplo, la operación minera de Codelco Chile genera importantes ingresos al país (excedentes de 1.340 millones de dólares en 2019), pero también gran cantidad de basura y una huella insoslayable en nuestro ecosistema. En contraparte Netflix, una empresa naranja con cerca de 183 millones de suscriptores y que genera miles de puestos de trabajo en el mundo, generó solo en el primer trimestre de 2020 -amplificado por el confinamiento planetario- un sorprendente beneficio neto de 709 millones de dólares (ahí se explica proliferación desbordada de plataformas streaming), claro que sin la cuantiosa y agotadora operación de gestionar la basura (sino que invirtiendo en más producciones) y, principalmente, sin erosionar el planeta.
La economía naranja se desarrolla a través del derecho de propiedad intelectual en todo tipo de creaciones o actividades que utilizan las ideas como recurso: tal es el caso de un programador web, un ingeniero de sistemas, un desarrollador audiovisual, un actor, un arquitecto, un ilustrador, un escultor, un periodista, un cocinero, un pintor, un escritor y por cierto los poetas, entre muchas otras ocupaciones.
Colombia, con la bandera de Gabriel García Marquez y todo el acervo cultural de esa cálida tierra, quiere que en 10 años más la economía naranja sea el 7% de su PIB. Para ello viene implementando políticas que estimulan el desarrollo de la industria creativa en general, ya sea a través de aumentar los aportes del Estado y propiciando la interacción, como también favoreciendo tributariamente a las empresas que practican el desarrollo de las industrias limpias.
El Silicon Valley del decir poético
La economía naranja o creativa en la provincia de San Antonio, sin exagerar, tiene el potencial de representar un salto macroeconómico para el país, pues reúne y concentra la creación y las tumbas de algunos de los autores más connotados de Chile. ¿Por qué entonces todavía no se aplica una estrategia de economía naranja? ¿Por qué no se transforma este territorio puerto -con todas sus medallas culturales- en el eslabón clave de la empresa creativa emergente? ¿Por qué no se ha activado Cantalao, el sueño integrador de Pablo Neruda? ¿Por qué no estamos haciendo películas y series para Netflix?
Resulta inverosímil que esta zona, estando a tan pocos minutos de la capital de Chile, y siendo tan rica en inspiración y salvaje naturaleza lleve estancada tanto tiempo. El Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, las productoras, las editoriales, las startup o los equipos creativos de las empresas en general que hoy se dedican a actividades naranjas en la Región Metropolitana, deberían instalarse y operar a lo largo de nuestras seis comunas litorales, con una mejor calidad de vida para su colaboradores y un menor costo de operación que en Santiago. Y para aportar mano de obra emergente sepan que hay espacio de sobra para construir institutos profesionales y universidades que desarrollen las áreas de interés, lo que hace un estupendo match con el hecho que desde marzo a diciembre existe una importante capacidad ociosa de viviendas deshabitadas, que pueden servir de alojamiento para los estudiantes.
Toda esta modernización dirigida aportaría movimiento y juventud al territorio, y traería como efecto colateral deseado la construcción de colegios y hospitales, y esto último lo agradecería enormemente la numerosa población de edad avanzada que vive en nuestra provincia, quienes además podrían escribir los guiones de su vida, desde cómodas casas de reposo poético.
Ideas hay, talento también; y si no hubiera se desarrolla. Sin embargo, todo esto requiere de la preparación, determinación y visión de las autoridades, como de la “voluntad de poder” de la comunidad.
En fin. El desarrollo creativo llegará de cualquier forma a nuestro territorio. De eso estoy seguro. Ojalá sea más temprano que tarde. Por mientras avancemos pensando en el hogar, en nuestra madre tierra, en nuestra pachamama, que pide a virus la transmutación de todos los valores que nos están llevando a la extinción de la especie, pero que también plantea un futuro de oportunidades únicas para hacer florecer nuestro hermoso jardín poético.
Breve video resumen sobre la economía naranja y su impacto global.
*”Impulsando la economía naranja en América Latina y el Caribe”, de J. M Benavente y M. Grazzi. Publicado en 2018 por la ONU y la UNESCO.