Punta de Tralca y su museo a cielo abierto

A su gran belleza paisajística, la península del balneario suma secretos de impensado valor
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La comuna de El Quisco guarda en Punta de Tralca un tesoro poco atendido. En términos de valor patrimonial arqueológico, a juicio del antropólogo Luis Morales, se trata de uno de los hitos más relevantes de todo el litoral. Específicamente el que se concentra en la península del balneario, la que, en rigor, da nombre a este. Ese gran brazo de piedra que se interna desafiando la inclemencia del océano, generando ese mismo azote de las olas, intenso, constante, que hizo a los antiguos habitantes del territorio asociarlo con el rugir de la tormenta (tralca = trueno, en mapudungún).

Basta una simple inspección, recorriendo los senderos entre matorrales nativos, para encontrar el sustento de la aseveración de Morales. Conchales que afloran en varios puntos, muchas veces acompañados de restos de material cerámico, de distintos tamaños y grosores. El antropólogo precisa: «corresponden a la cultura Bato, si atendemos a que los grupos humanos de este período pre-hispánico se caracterizan por asentarse en sistemas dunares» ¿Qué antigüedad pueden tener? Los márgenes son 700 años antes de Cristo hasta no más allá del 1100 de la era cristiana.

Punta de Tralca y su museo a cielo abierto | DSC03031 | Litoral Poeta de Las Artes |
El antropólogo Luis Morales observando un resto de cerámico precolombino

Luis Morales ha publicado ya tres libros íntegramente consagrados al estudio y la puesta en valor del patrimonio arqueológico local, con especial acento en el de las comunas de Algarrobo y El Quisco. Su trabajo de recopilación de antecedentes es con certeza uno de los más sólidos realizados hasta la fecha. Pese a ello, Punta de Tralca no figura señalada dentro del ámbito de la investigación científica del último siglo. Lo que no deja de ser sorprendente. Esta omisión urge revertirla. Morales, con un empuje encomiable, está empeñado en hacerle frente a esa tarea. «Más allá de alcanzar una satisfacción personal o profesional, se trata de aportar en algo mucho más esencial: la comprensión de nuestra identidad, de nuestra cultura», precisa.

Los conchales y los cerámicos nos ayudan a ir reconfigurando el modo de vida de esos primeros hombres y mujeres que habitaron este territorio. Pero esta asombrosa península guarda todavía más tesoros: dejadas atrás las dunas y la vegetación, entre los grandes roqueríos que reciben el fuerte oleaje, un lugar con otro tipo de huellas del paso de estos antiguos habitantes: horadaciones en las piedras. «Piedras tacitas, como se les conoce», aclara el experto. «Pero, si te fijas, son varias, de distintas formas y tamaños». ¿Qué función cumplían? La aproximación de Morales resulta particularmente atractiva: «Tienen que ver ciertamente con la elaboración de los alimentos, la molienda de los granos, pero también, atendiendo al punto geográfico donde se emplazan, con aspectos ritualísticos. Quema de algunos pastos o hierbas que se hacían, a mi modo de ver, con fines ceremoniales, de tributo a las fuerzas de la naturaleza.»

Punta de Tralca y su museo a cielo abierto | DSC03032 | Litoral Poeta de Las Artes |
El antropólogo y una notable «tacita», sorprendentemente sin registro en la literatura científica.

A su de sobra reconocida belleza paisajística, su flora y fauna nativa, el sector suma el aspecto patrimonial arqueológico casi incomprensiblemente poco explorado. Dada su proximidad con una extensa playa de abundantes arenas, la península recibe un flujo importante de visitantes, especialmente en temporada alta. Nula señalética que informe y releve las características únicas del entorno. Se trata de un museo, de un verdadero museo a cielo abierto, que guarda registros culturales ancestrales y que ha sabido sortear el paso de los siglos, sin mayores atenciones ni cuidados. «Un lugar de este valor patrimonial no solo merece, sino que exige un rango de protección especial», asegura Morales. «Porque resulta indispensable que se le resguarde de manera de mantenerlo lejos de cualquier amenaza que impida que sea conocido tal como lo conocemos hoy por las futuras generaciones.»

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