A Flor Azul le tocó vivir la etapa de su abuelo en la que se le ocurrió construir su propia casa. Iba a la playa y ahí estaba: lijando, cortando, martillando, taladrando, pintando.
Hace unos días, mientras pintábamos juntos su nueva pieza, me comentó que existían algunos papás que se separaban:
–Es ridículo –dijo, empoderada de su reflexión– Se separan porque quieren vivir en distintas casas. Uno la quiere pintar de un color y el otro de otro.
(había oído que cada uno quería hacer las cosas a su pinta).
—Fácil –agregó– Yo le diría a mi tata que pinte la casa mitad de un color y mitad de otro. Y listo.
…Belleza disfrazada de simpleza.