Pablo Salinas, ese ser inquieto y profundo que hace tres décadas decidió dejar Santiago para refugiarse en Algarrobo, nos entrega ahora su séptima obra, tal vez la más ambiciosa y pertinente: «Apuntes sobre Algarrobo» (Ediciones Los Diez, 2024). Una madeja de entretenidas historias de la también conocida como «Capital Náutica», que van desde la visita del explorador francés Louis Feuillée en 1709 hasta la presencia de destacados artistas e intelectuales del siglo XX.
La paradoja marca el pulso del libro, pues Algarrobo, a diferencia de Viña del Mar o Cartagena, cultivó su identidad desde cierto aislamiento geográfico. Condición que le permitió, tal como nos relata Pablo, esquivar la fiebre europeizante de principios del siglo XX, aunque décadas más tarde terminaría parcialmente sucumbiendo ante los espejismos de Miami y Benidorm. O como dice un poeta amigo de quien me reservaré el nombre, hasta convertirse en «Algorrobo».
Balneario de Presidentes
Entre los hallazgos más notables está el paso del científico francés Louis Feuillée en 1709, quien realizó la primera descripción escrita de estas costas. O el primer registro visual conocido: un humilde dibujo a lápiz de 1837 por José Teodosio Gandarillas, que se conserva en el Museo Histórico Nacional.
Salinas pone también sobre la mesa el mito del «balneario presidencial» y lo desmenuza hasta sus verdaderos orígenes, con un Manuel Montt que en 1844, mucho antes de llegar a La Moneda, ya escribía cartas desde Algarrobo donde menciona que a su familia «le han probado bien los baños». Un siglo después, Salvador Allende tendría su casa frente a la playa San Pedro, un lugar tan especial para la familia que cuando el expresidente quiso hipotecarla para una campaña, su esposa sentenció: «¡No se toca Algarrobo!»
Neruda en Algarrobo
Especialmente memorable resulta la historia del pino que Neruda intentó salvar a punta de versos. En 1964, Julio Donoso Larraín, el dueño en ese entonces de una hermosa casa -hoy patrimonial, ubicada a los pies de la Iglesia de la Candelaria-, amenazó con talar el árbol que ensuciaba la terraza con resina. Consternado por el inminente asesinato, el poeta corrió a buscar un papel y escribió «La palma y el pino», sentenciando: «Ahora, espero, nunca más hablarás de cortar el pino». Los versos quedaron tallados en una piedra en el jardín, pero la historia tendría un final de sangre: tras el golpe de 1973, los nuevos propietarios terminaron cortando el árbol, dejando solitaria a la palma chilena como muda testigo de un episodio que conjuga poesía y política.
{Poema}
LA PALMA Y EL VINO
La palmera de la distancia
de las regiones de fragancia,
pregunto yo!
Cómo llego?
El pino arrugado y aciago,
todo de alambres y clavos
desde las nieves cómo vino
hasta esta casa este pino?
Andando andando reunidos,
sostuvieron los mismos nidos
y tocándose al despertar
escucharon el mismo mar.
Los reunió y esto es hermoso
el alma de Julio Donoso.
Algarrobo y sus mujeres
«Apuntes sobre Algarrobo» también rescata con especial sensibilidad la presencia femenina en la historia del balneario. Desde Amalia Errázuriz, quien frecuentaba estas costas en la década de 1860, hasta la joven Juana Fernández Solar, más conocida como Santa Teresa de Los Andes, quien durante el verano de 1918 dejó vívidos testimonios en sus cartas sobre la vida social y natural del balneario. El autor recupera también a figuras como la escritora Maité Allamand, que escribió parte de su obra junto al estero San Gerónimo; la artista francesa Simone Chambelland y la novelista Mercedes Valdivieso, quien dirigió talleres literarios en la Casa de la Cultura a los que el autor lamenta no haber asistido por desconocimiento.
Salinas, fiel a su naturaleza multifacética – pintor, escritor e investigador cronista – construye un relato que oscila entre la investigación histórica rigurosa y la narración íntima. «Apuntes sobre Algarrobo» se convierte así en una pieza de archivo que esconde una urgente advertencia sobre la necesidad de preservar la identidad local frente a la vorágine inmobiliaria.
Historia viva
Ya al final de la entrega, Pablo confiesa que quedaron muchas historias por contar, como el misterioso libro perdido de Rodulfo Philippi sobre su exploración de la costa central. Aunque quizás esas ausencias son también parte del encanto de esta obra que nos recuerda que la historia se escribe día a día, como hace él mismo a través de su portal Algarrobo Al Día, medio con el cual informa y comunica a una localidad que lo respeta, pero que tal vez no dimensiona al destacado artista que tiene entre sus filas.
En este nuevo libro, Salinas confirma su pacto con el territorio que eligió como hogar hace más de 30 años. Un compromiso que ya se vislumbraba en aquella primera foto de su infancia donde, mientras todos miraban a la cámara, él contemplaba el horizonte algarrobino, anticipando quizás su destino como cronista de estas costas, más allá de la simple documentación histórica.