No puedo decir con soltura que me encanta leer mi obra en retroespectiva o que me fascina haber estado tan conectado. No lo puedo decir porque era una mierda que quemaba y de la cual todavía espero que salgamos…
Superada la etapa de comprensión a punta de virus, luego viene un cambio total de los hábitos: nuevas formas de comprender el mercado, de consumir, de la idea de progreso. Nuevas maneras de relacionarnos, social y comercialmente. Nuevos nidos de especialidad. Nuevos sistema de producción de insumos básicos. Tenemos que empezar a surtirnos de comida a nivel local: adiós a las grandes corporaciones alimentarias que producen esclavitud y enfermedad. Conexión real con la palabra economía que, hermosa-mente, significa administración del hogar. Éxodo.
Nuevos tiempos
Para muchos el nuevo coronavirus será un negocio, qué duda cabe; para otros será la gran mariconada contra los viejos, como plan de limpieza y control de la fuerza de trabajo. Pero también representará el empujón definitivo al comercio electrónico y el teletrabajo.
Nacerán en los barrios nuevos centros laborales multiempresas, con todas las comodidades y las conexiones, lo que optimizará los tiempos de la gente, reducirá drásticamente los traslados, la fricción y la combustión fósil. El petróleo comenzó su retirada, esa tecnología se desvalorizará estrepitosamente.
Reduce, recicla, reutiliza. Subirán en la bolsa las empresas que se dediquen al “upgrade” de lo existente. Estamos en un momento especial de los tiempos. Podemos convertir el metal en herramienta o arma.
¿Qué está en juego?
Está en juego perdernos o entrar en la delgadísima carretera en la que se sostiene la virtud… como el hermoso y diverso Chile, que se equilibra entre las alturas de Los Andes y las profundidades del Pacífico.