Con mucha más ingenuidad, más romanticismo, menos kilos y varios más pelos en la cabeza, publiqué hace tiempo algunas ideas en una de mis más pálidas páginas de Facebook (hago la distinción puntual del pelo en la cabeza, porque de un tiempo a esta parte debo reconocer que salen nuevos pelos, sí, pero en ningún caso donde deben).
De 2009 hasta ahora ha pasado mucha agua bajo el puente ¿o más bien está estancada?… A ver… reivindicaciones sociales, polarización, migas en la educación, corrupción, desinformación, Sename, migas para el sueldo mínimo, alzas importantes en los precios de todo, crisis de la Iglesia Católica, migas en las jubilaciones, raspaditos de la olla, aumento en la desigualdad, un par de Copas América… Ya ¿y la raíz?
Tengo un don que reconozco sin falsa modestia, porque me costó comprehenderlo. Poseo un complejo sistema de razonamiento que se apoya fuerte en los sentidos y con ello en los instintos, el cual holísticamente junta datos y percepciones que en lo cognitivo se manifiesta intempestivamente, muchas veces en los sueños. Eso básicamente. En la práctica esto me adelanta en la comprensión de muchos procesos colectivos, como si de alguna manera mi subconsciente pudiera extraer las micro señales y armar parte del puzzle antes que éste se manifieste. ¿No es esa una de las funciones del arte?
El arte de jugar
El fútbol es una disciplina intelectual entre cuerpo y mente, como pintar un cuadro, que requiere una idea en mente y la técnica corporal para dar los brochazos precisos, aprovechando hasta las manchas. “Todo me sirve, nada se pierde, yo lo transformo”. Creo que lo he dicho antes: me gusta esa canción de Cerati.
Me pasa con cosas pequeñas hasta otras más importantes. Cuando niño no lo entendía, pero lo empecé a entender jugando fútbol, en particular cuando varios compañeros, en distintas partes, de diferentes equipos, me hicieron el alcance o comentario de que era «rajudo» para jugar, porque según ellos todos los rebotes siempre me quedaban, pero lo cierto es que no era suerte, sino que yo los aprovechaba. La primera vez se puede decir que es fortuito, la segunda también, pero cuando se repite una y otra vez, y además eso llama la atención del resto, deja inmediatamente de ser casualidad. Que pena no haber sido más consciente de la fina malla de cálculos metales inconscientes que ahí operaban, que iban previendo ciertos rebotes, de los cuales sacaba partido y seguía avanzando. Me retracto; de ninguna manera me lamento, todo tiene su momento.
Economía Mapuche de subsistencia
El post de Facebook «La Raiz del problema» es de una época en la que me sentí muy incómodo y me volqué muy fuerte a expresar ese sentimiento. Visualicé fuertes cambios y me preparé para ellos… Así es como hoy escribo desde esta plataforma. Lo lamentable, y lo digo hoy con una distancia de tiempo prudente, es que ahora pienso que todos los cambios a la larga siempre apuntan a la mediática flor, mientras que el agua subterránea, dominada por la oligarquía y el ham•burguesismo, que ya está bastante servida, floja y podrida, sigue nutriendo una raíz plástica, desechable e incapacitada de generar esa flor real que todos anhelamos… paradójico. Me parece oír a Nicanor: “Economía Mapuche de subsistencia”
Menos decir, más hacer
¿Cuándo tomamos las riendas? No esperemos que otros pinten el jardín; sé tú la flor que quieres ver en el mundo. Gandhi y Nicanor Parra lo sabían: «la derecha y la izquierda unida, jamás serán vencidas».
A propósito de vencidos y caducados, veo en las redes y los medios a muchos genios diagnosticadores del problema, que se limitan a desmenuzar con gran maestría la enfermedad; que la mastican y mastican hasta nunca acabar. A ellos llamo rumiadores lampedusianos. Así, y de manera inversamente proporcional, hay muy pocos que proponen soluciones, algún tratamiento, un antídoto, algo cercano que resuelva el entuerto.
A ver, tú que tanto hablas…
¿Tienes alguna solución casera o algo que esté al alcance?…
Sí. Forzar inteligentemente el sistema, jugar con él, meterse en el mercado, tratar de preferir los negocios locales y distribuirnos por el territorio para dejar de ser paloma de Plaza de Armas. Obligar al Mercado, con actos más que palabras, que salga a buscar a sus clientes con mejores migas. Para que se construyan trenes y carreteras.
¿Descentralicemos? ¿En qué topamos? ¿Esperaremos que salga una ley, que se reorganicen los poderes del Estado, o que un virus nos haga salir arrancando? Si es así te equivocas, pues para que algo pase opera la decisión y acto de cada hormiga, luego y solo luego este Estado, manejado por mentes y grupos de poder decadentes, se adaptará al nuevo escenario. Será un resultado, nunca una iniciativa. Haz que el mercado se estire. La concentración de recursos en Chile, todavía es un fenómeno físico.
