Discurso de Nicanor Parra para Pablo Neruda

Nicanor Parra, frente a más de 2 mil personas pronunció este discurso por la incorporación oficial de Pablo Neruda a la Facultad de Filosofía y Educación de la Universidad de Chile, en calidad de Miembro Académico. Al final de la nota se puede leer también el extracto de una entrevista que da Pablo Neruda tiempo después, en la que se refiere a este discurso.
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El 30 de marzo de 1962, la Facultad de Filosofía y Educación de la Universidad de Chile, en sesión pública celebrada en el Salón de Honor, presidida por el rector Juan Gomez Milla y el decano de la facultad Eugenio González, le nombró Miembro Académico «en reconocimiento a su vasta labor poética de categoría universal». Nicanor Parra, miembro docente, pronunció el discurso de recepción:


Discurso de Nicanor Parra en honor a Pablo Neruda

Hay dos maneras de refutar a Neruda:
una es no leyéndolo, la otra es leyéndolo
de mala fe. Yo he practicado ambas,
pero ninguna me dio resultado.

Señoras y señores, yo no soy un nerudista improvisado. El tema Neruda me atrae vigorosamente desde que tengo uso de razón, no hay día que no piense una vez en él por lo menos. Lo leo con atención, sigo con asombro creciente su desplazamiento anual a lo largo del zodíaco, lo analizo y lo comparo consigo mismo, trato de aprender lo que puedo. También le he dedicado algunas cuartetas en momentos dramáticos de su vida consagrada por entero a la causa de la humanidad, he convivido con él durante años, en calidad de vecino de barrio, de discípulo, en calidad de visitante esporádico. Más aún, hemos intercambiado objetos prácticos y simbólicos: un Whitman contra un López Velarde, una cerámica de Quinchamalí contra un poncho araucano, un reloj de bolsillo contra un jardín de siemprevivas, mariposas, etc. Todo lo cual me da derecho, creo yo, para considerarme un nerudista fogueado.

Sin embargo, reacciono como neófito, perdóneseme la sinceridad, mi estado de ánimo es el de un bachiller en Humanidades que acaba de obtener una audiencia con el Rector de la Universidad y que en su nerviosismo juvenil olvida hasta los puntos de la tabla. Tartamudeo y me pongo afónico. Me siento completamente en blanco.

Para entrar en materia voy a leer una poesía que dediqué a Neruda en 1952 a raíz de su regreso del destierro. No es buena, pero sirve para formarse una idea de la devoción y el afecto que siente el autor por el héroe de su poema.

Salutación a Neruda

Yo sólo quiero saludar al noble
Peregrino de cincuenta países.
Unos vean en ti
Al colibrí transfigurado en rifle
Al pez espada, al pájaro polar
Al gladiador a caballo en un cisne,
Vean entre metáforas surgir
Al escritor con su lápiz en ristre:
Yo saludo al obrero de la paz
Al leñador de los bosques de Chile.
Otros impartan órdenes absurdas
De quemar alamedas y jardines
Para impedir que crezca la semilla
Que tu palabra cálida transmite;
Allá lejos, el pueblo alguna vez
Los tocará con el dedo meñique.
Hagan vibrar sus hélitros amargos
Los insectos que parecen violines;
Yo solamente vengo a saludar
Al mensajero de la patria libre.

Amigo fraternal
¡Cómo hubiera querido recibirte
Con un chuico de vino de Chillán
Y con un ramillete de copihues
Pero sólo te puedo festejar
Con corazones y con caras tristes
(Tú sabes bien lo que ha pasado aquí)
Con naufragios, incendios, con eclipses
Con derrumbes en Lota y Coronel
Y con un cielo coronado de buitres!

El versificador tiene varias ventajas sobre el prosista: una de ellas es la facilidad con que puede salir del paso en un momento difícil leyendo una poesía en voz alta como lo acabo de hacer yo. El público siempre está más inclinado a favorecer un soneto que un capítulo de novela, por razones de brevedad seguramente, rara vez el soneto va más allá de las 14 líneas, y sobre todo, me parece a mí, porque la prosa ha sido hecha para ser leída con los ojos solamente, no con la boca.

Como se ve, la prosa es un arte visual, en cambio la poesía es un estupefaciente del oído.

Desgraciadamente no puedo valerme del mero artificio poético en una ocasión como ésta en que, por lo visto, se trata de pensar con la cabeza y no con el corazón como lo suele hacer el poeta.

A decir verdad, el discurso académico es un género literario que se halla casi en contradicción con el temperamento fragmentario y díscolo del antipoeta. La antipoesía es una lucha libre con los elementos, el antipoeta se concede a sí mismo el derecho a decirlo todo, sin cuidarse para nada de las posibles consecuencias prácticas que puedan acarrearle sus formulaciones teóricas. Resultado: el antipoeta es declarado persona no grata.

Hablando de peras el antipoeta puede salir perfectamente con manzanas, sin que por eso el mundo se vaya a venir abajo. Y si se viene abajo, tanto mejor, esa es precisamente la finalidad última del antipoeta, hacer saltar a papirotazos los cimientos apolillados de las instituciones caducas y anquilosadas.

Y aquí viene un paréntesis:

Tal vez en el método de combate sea, después de todo, donde estribe la diferencia entre poeta soldado y antipoeta: el antipoeta se bate a papirotazos, en circunstancias de que el poeta soldado no da un paso sin su ametralladora portátil.

Por razones de carácter personal el antipoeta es un francotirador. Lucha por la misma causa, pero con un método completamente distinto, sin negar al poeta soldado, colaborando con él desde lejos, aunque su método pueda parecer ambiguo.

Se cierra el paréntesis.

Para mí el género artístico supremo es la pantomima.

Acojo, no obstante con simpatía auténtica -por tratarse de quien se trata- la responsabilidad de hablar en serio, tal como suele entenderse la seriedad en estos tiempos que corren, aunque para mí la seriedad sea exacta mente lo contrario y corra el riesgo de salirme de personaje: mi postulado fundamental proclama que la verdadera seriedad es cómica:

La seriedad con el ceño fruncido
(Se lee en uno de los antipoemas)
Es una seriedad de solterona
La seriedad con el ceño fruncido
Es una seriedad de juez de letras
La seriedad con el ceño fruncido
Es una seriedad de cura párroco
La verdadera seriedad es otra:
La seriedad de Kafka,
La seriedad de Carlitos Chaplin
La seriedad de Chejov
La seriedad del autor del Quijote
La seriedad del hombre de gafas
(Érase un hombre a una nariz pegado
Érase una nariz superlativa)
Yo sostengo y defiendo
La seriedad del Cuerpo de Bomberos
La seriedad de la Iglesia Católica
La seriedad de las Fuerzas Armadas
(Érase un hombre a una nariz pegado
Érase una nariz superlativa)
La seriedad de la Bomba de Hidrógeno
La seriedad del presidente Kennedy.
La seriedad de frac
Es una seriedad de panteonero:
La verdadera seriedad es cómica.

Opera, además, una razón de orden afectivo. Hace tanto, tanto tiempo que no converso con mi amigo Pablo, con mi hermano mayor, con mi maestro -al Pablo Neruda 1962 no le he visto ni la luz- que sería absurdo dejar pasar tan espléndida oportunidad.

Hasta don Carlos Nascimento se queja de lo difícil que resulta hoy por hoy un encuentro con nuestro festejado. Su persona ha desaparecido de la circulación. Las escasas noticias que podemos obtener de él nos llegan refractadas y enrarecidas a través de los prismas intermediarios.

Empezaré por tratar de establecer la importancia que tiene para mí el acto que preside en estos momentos nuestro magnífico decano, escritor y filósofo, Eugenio González, ex senador y ex ministro de Estado.

No sé si voy a pecar de rebuscamiento, pero no puedo dejar de relacionar este acto de recepción a nuestro poeta máximo con el antiacto de desafuero de que fue víctima inocente el senador Pablo Neruda el año 1949, durante la consabida administración de González Videla. Todavía no me explico el derecho que pueda tener un grupo de individuos para arrebatar un fuero que es concedido por el pueblo a través del mecanismo de la votación democrática.

Paradojas de la democracia dirán ustedes para consolarme, paradojas de la democracia me digo yo también, apretando con ira los puños y las mandíbulas.

Los hechos fueron esos: las puertas del Senado se cerraron para Neruda. Pero he aquí que yo, en el nombre de todos mis colegas, me honro esta noche en abrirle de par en par las puertas de la Facultad de Filosofía y Educación de la Universidad de Chile. Mientras el poder temporal lo despoja de su medalla de representante del pueblo, que Neruda conquistó en buena lid, don Andrés Bello lo llama desde la eternidad de su columna de mármol y lo proclama su hijo predilecto.

En el centro de gravedad de estas dos fuerzas de atracción y repulsión es donde sitúo yo la importancia de la ceremonia que se desarrolla en esta sala. La Historia se puede equivocar en un instante determinado, nos dice la voz de la experiencia cristalizada en lugar común, pero a la larga termina por rectificar sus errores.


* * *

Tanto por la cantidad abrumadora como por la calidad insuperable, la obra realizada por Neruda desde Crepusculario (1923) hasta los Cantos Ceremoniales (1961) en un proceso permanente de expansión y desarrollo, que va desde el poema nostálgico, personal e íntimo según los cánones de la poesía chilena del primer cuarto de siglo, al arrebato convulsivo del Hondero Entusiasta para tomar la forma de lamento fúnebre de proyecciones metafísicas incalculables en Residencia en la Tierra, puede ser calificada de titánica, sin peligro de caer en exageración.

Neruda ha desviado el curso de medio siglo de poesía de habla española, señala Chelsea X (1961) y deberá ser juzgado en último término por el Canto General que para la revista norteamericana representa la culminación de su obra.

“Nadie, en la historia de la poesía de lengua española”, sostiene Fernando Alegría en su Whitman en Hispanoamérica, “ensayó nunca una obra poética de tan profundos y ambiciosos alcances como el Canto General”. Y con tan óptimos resultados, agregamos nosotros: el Canto General y el Martín Fierro, cada una en su género, son seguramente las obras máximas de la poesía hispanoamericana, lo que no es poco decir en una literatura que cuenta con obras tan categóricas como las de Rubén Darío, Gabriela Mistral, Vicente Huidobro, Nicolás Guillén y César Vallejo.

Aquí se abre otro paréntesis:

Para algunos “lectores exigentes” el Canto General es una obra dispareja, La Cordillera de los Andes es también una obra dispareja, señores “lectores exigentes”.

Se cierra el paréntesis.

Tarde o temprano todos tendremos que ser medidos con este metro en expansión permanente que es Neruda. Tratemos de visualizarlo.

Desde el punto de vista de las edades del hombre, que en este caso coincide perfectamente con las edades de la obra (edad emocional = edad cronológica), hecho que de por sí constituye la mejor garantía de desarrollo natural, distingo tres etapas fundamentales en la evolución del pensamiento poético de Neruda: la poesía adolescente que va de Crepusculario al Hondero Entusiasta, la poesía juvenil de Residencia en la Tierra y la poesía madura que culmina con el Canto General y consolida definitivamente al hombre en el paraíso terrenal de las Odas Elementales.

En líneas generales se podría decir que el proceso de desarrollo de nuestro poeta ha consistido:

I. En una caída de la torre inclinada de la conciencia al abismo del subconsciente nebuloso y caótico.

II. En una permanencia más o menos dilatada del ser en esa atmósfera irrespirable, y

III. En una vuelta triunfante a la realidad, después de una lucha cruenta.

La primera etapa es la del dolor: “Ah mi dolor, amigos, ya no es dolor de humano” (El Hondero Entusiasta).

La segunda etapa corresponde al ensimismamiento producido por el dolor reiterado e ininteligible: “El corazón pasando un túnel oscuro, oscuro, oscuro” (De Sólo la Muerte, Residencia en la Tierra).

Y la tercera es la etapa de la curación por el método marxista: “Me has hecho ver la claridad del mundo y la posibilidad de la alegría” (A mi partido, Canto General).

Dicho en otros términos: el sujeto entra en conflicto con el medio, se evade de él como solución de emergencia y se reconcilia finalmente con la vida a través de un proceso de racionalización de los problemas.


* * *

A pesar de las apariencias, señoras y señores, el informe que estamos elaborando no es un informe psicoanalítico, por cuanto los posibles problemas psicológicos implicados no valen aquí sino en la medida en que ellos simbolizan un desajuste del organismo social. Nosotros no estamos formulando una teoría de la neurosis. Estamos estudiando el drama de un hombre inteligente y sensible que pugna por encontrar su lugar en el mundo. El enfermo no es él, sino la sociedad.

Nuestra crítica al psicoanálisis se puede resumir en el siguiente aforismo: el hecho de que un sujeto mejore de una quemadura no quiere decir que quede vacunado contra quemaduras futuras.

Aclarada la ambigüedad aparente de nuestro análisis conviene dejar constancia de que la trayectoria nerudiana es susceptible aún de las siguientes formulaciones equivalentes:

Conflicto, Ruptura, Reconciliación
Crepúsculo, Noche, Amanecer
Choque, Repliegue, Avance victorioso
Otoño, Invierno, Primavera-Verano
Tesis, Antítesis, Síntesis.

Trabajo típico del período de la desesperación caótica, donde los arrullos se mezclan a las imprecaciones, los gritos de socorro a los aullidos de protesta y los alaridos de dolor a los gimoteos y espasmos sexuales, es el Canto I del Hondero Entusiasta que se abre con unos acordes a toda orquesta, verdaderos pinchazos a la médula, a la manera de las ocho primeras notas de la V Sinfonía.

Hago girar mis brazos como dos aspas locas
en la noche toda ella de metales azules.
Hacia donde las piedras no alcanzan y retornan,
Hacia donde los fuegos oscuros se confunden,
Al pie de las murallas que el viento inmenso abraza.
Corriendo hacia la muerte como un grito hacia el eco.

El lejano, hacia donde ya no hay más que la noche
y la ola del designio, y la cruz del anhelo.
Dan ganas de gemir el más largo sollozo.
De bruces frente al muro que azota el viento inmenso.

Pero quiero pisar más allá de esa huella:
pero quiero voltear esos astros de fuego:
lo que es mi vida y es más allá de mi vida,
eso de sombras duras, eso de nada, eso de lejos:
quiero abrazarme en las últimas cadenas que me aten,
sobre este espanto erguido, en esta ola de vértigo,
y echo mis piedras trémulas hacia este país negro,
solo, en la cima de los montes,
solo, como el primer muerto,
rodando enloquecido, presa del cielo oscuro,
que mira inmensamente, como el mar en los puertos.

Aquí, la zona de mi corazón,
llena de llanto helado, mojada en sangres tibias.
Desde él, siento saltar las piedras que me anuncian.
En él baila el presagio del humo y la neblina.
Todo de sueños vastos caídos gota a gota.
Todo de furias y olas y mareas vencidas.
Ah, mi dolor amigos, ya no es dolor de humano.
Ah, mi dolor amigos, ya no cabe en mi vida.
Y en él cimbro las hondas que van volteando estrellas!
Y en él suben mis piedras en la noche enemiga!
Quiero abrir en los muros una puerta. Eso quiero,
Eso deseo. Clamo. Grito. Lloro. Deseo.
Soy el más doloroso y el más débil. Lo quiero.

El lejano, hacia donde ya no hay más que la noche.
Sufro, sufro y deseo. Deseo, sufro y canto.
Río de viejas vidas, mi voz salta y se pierde.
Tuerce y destuerce largos collares aterrados.
Se hincha como una vela en el viento celeste.
Rosario de la angustia, yo no soy quien lo reza.
Hilo desesperado, yo no soy quien lo tuerce.
El salto de la espada a pesar de los brazos.
El anuncio en estrellas de la noche que viene.
Soy yo: pero es mi voz la existencia que escondo.
El temporal de aullidos y lamentos y fiebres.
La dolorosa sed que hace próxima el agua.
La resaca invencible que me arrastra a la muerte.

Gira mi brazo entonces, y centellea mi alma.
Se trepan los temblores a la cruz de mis cejas.
He aquí mis brazos fieles! He aquí mis manos ávidas!
He aquí la noche absorta! Mi alma grita y desea!
He aquí los astros pálidos todos llenos de enigma!
He aquí mi sed que aúlla sobre mi sed ya muerta!
He aquí los cauces locos que hacen girar mis ondas!
Las voces infinitas que preparan mi fuerza!
Y doblado en un nudo de anhelos infinitos,
en la infinita noche, suelto y suben mis piedras.
Más allá de esos muros, de esos límites,
lejos. Debo pasar las rayas de la lumbre y la sombra.
Por qué no he de ser yo? Grito. Lloro. Deseo.
Sufro, sufro y deseo. Cimbro y zumban mis ondas.
El viajero que alargue su viaje sin regreso.
El ondero que trice la frente de la sombra.
Las piedras entusiastas que hagan parir la noche.
La flecha, la centella, la cuchilla, la proa.
Grito. Sufro. Deseo. Se alza mi brazo, entonces,
hacia la noche llena de estrellas en derrota.

He aquí mi voz extinta. He aquí mi alma caída.
Los esfuerzos baldíos. La sed herida y rota.
He aquí mis piedras ágiles que vuelven y me hieren.
Las altas luces blancas que bailan y se extinguen.
Las húmedas estrellas absolutas y absortas.
He aquí las mismas piedras que alzó mi alma en combate.
He aquí la misma noche desde donde retornan.

Soy el más doloroso y el más débil. Deseo.
Deseo, sufro, caigo. El viento inmenso azota.
Ah, mi dolor amigos, ya no es dolor de humano!
Ah, mi dolor amigos, ya no cabe en la sombra!
En la noche, toda ella de astros fríos y errantes,
hago girar mis brazos como dos aspas locas.

El segundo período de la odisea nerudiana, que hemos llamado período nocturno, ha inspirado varios estudios, entre los que se destaca Poesía y Estilo de Pablo Neruda. “No hay poeta alguno, sostiene su autor Amado Alonso, futurista, dadaísta o super realista, que lleve con tanta dignidad y plenitud de sentido, como Neruda, la representación de nuestro tiempo. En ninguno muestran una tan íntima coherencia e identidad de fondo las grietas y desmoronamientos formales, la ruptura con la tradición, la atención fragmentaria a la poesía, las imágenes como relámpagos superpuestos y truncados, la visión desintegradora del mundo y la omnipresencia de la angustia metafísica”.

“En la poesía inglesa de los últimos tiempos”, agrega Jorge Elliott en su Antología Crítica de la Poesía Chilena, “sólo Hart Crane y Dylan Thomas han logrado expresarse con éxito en una dicción poética de naturaleza análoga y vale la pena recordar que el poeta inglés, George Sutherland Frazer llama a Neruda el “maestro máximo” en el uso de un lenguaje poético que según él se caracteriza por su imprecisión denotativa que funciona como la música, si no se olvida que no son los sonidos de las palabras los que justifican la comparación, sino la forma en que se asocian los contenidos”.

“Resulta algo tan impresionante”, continúa Elliott, poniendo de relieve la autenticidad del mensaje nerudiano, “como la narración de un locutor radial que presencia inesperadamente un accidente aeronáutico, un terrible incendio o mejor aún, que ha bajado de buzo a las profundidades del océano y que describe asombrado, por un micrófono inserto en su escafandra, ese universo oscuro y aterrador”.

Las informaciones que recibimos del vate son informaciones de primera mano, declaraciones de testigo ocular:

Sucede que me canso de ser hombre.
Sucede que entro en las sastrerías y en los cines
marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro
navegando en un agua de origen y ceniza.

El olor de las peluquerías me hace llorar a gritos.
Sólo quiero un descanso de piedras o de lana,
sólo quiero no ver establecimientos ni jardines,
ni mercaderías, ni anteojos, ni ascensores.

Sucede que me canso de mis pies y mis uñas
y mi pelo y mi sombra.
Sucede que me canso de ser hombre.

Sin embargo sería delicioso
asustar a un notario con un lirio cortado
o dar muerte a una monja con un golpe de oreja.
Sería bello
ir por las calles con un cuchillo verde
y dando gritos hasta morir de frío.

No quiero seguir siendo raíz en las tinieblas,
vacilante extendido, tiritando de sueño,
hacia abajo, en las tapias mojadas de la tierra,
absorbiendo y pensando, comiendo cada día.

No quiero para mí tantas desgracias.
No quiero continuar de raíz y de tumba,
de subterráneo solo, de bodega con muertos,
aterido, muriéndome de pena.

Por eso el día lunes arde como el petróleo
cuando me ve llegar con mi cara de cárcel,
y aúlla en su transcurso como una rueda herida,
y da pasos de sangre caliente hacia la noche.

Y me empuja a ciertos rincones, a ciertas casas húmedas
a hospitales donde los huesos salen por la ventana,
a ciertas zapaterías con olor a vinagre,
a calles espantosas como grietas.

Hay pájaros de color de azufre y horribles intestinos
colgando de las puertas de las casas que odio,
hay dentaduras olvidadas en una cafetera,
hay espejos
que debieran haber llorado de vergüenza y espanto,
hay paraguas en todas partes, y venenos, y ombligos.

Yo paseo con calma, con ojos, con zapatos,
con furia, con olvido,
paso, cruzo oficinas y tiendas de ortopedia,
y patios donde hay ropas colgadas de un alambre:
calzoncillos, toallas y camisas que lloran
lentas lágrimas sucias.


* * *

Para ilustrar en forma satisfactoria la etapa de la poesía de integración habría que disponer de un poco de tiempo. Recordemos que ella constituye las tres cuartas partes de la obra total. No será posible por ahora, porque sólo disponemos de algunos minutos: todo el mundo está inquieto por escuchar la palabra personal del nuevo miembro académico que se incorpora a nuestra casa. Los saludos de bienvenida no se pueden extender hasta el infinito. Queremos disfrutar de nuestro huésped, oír el metal de su voz, estrechar cordialmente su mano.

Sólo nos limitaremos a señalar dos instantes en este período de maduración, el más rico de todos, en que el espíritu del poeta se proyecta en todas direcciones con una generosidad que no reconoce límites, como un trigal de las colinas de Píllanlelbún, o como una viña de los alrededores de Chillán: el momento de la lucha con el dragón y el momento de la victoria definitiva.

En el Hombre Invisible se ve concentrada en una sola imagen la esencia del conflicto nerudiano, que no es otro que el conflicto central del hombre moderno, el paso del yo al nosotros. Y en la Oda al Caldillo de Congrio, que en realidad puede calificarse de poesía para después de la revolución, el poeta ha resuelto todos sus problemas y se sienta sonriente a la mesa, a disfrutar del banquete marítimo y terrestre.

El Hombre Invisible

Yo me río
me sonrío
de los viejos poetas.
Yo adoro toda
la poesía escrita,
todo el rocío,
luna, diamante, gota
de plata sumergida,
que fue mi antiguo hermano,
agregando a la rosa,
pero me sonrío
siempre dicen "yo"
a cada paso
les sucede algo,
es siempre "yo"
por las calles
sólo ellos andan
o la dulce que aman
nadie más,
no pasan pescadores,
ni libreros,
no pasan albañiles,
nadie se cae de un andamio,
nadie sufre,
nadie ama,
sólo mi pobre hermano,
el poeta,
a él le pasan
todas las cosas
y a su dulce querida,
nadie vive
sino él sólo
nadie llora de hambre
o de ira
nadie sufre en sus versos
porque no puede
pagar el alquiler,
a nadie en poesía
echan a la calle
con camas y con sillas
y en las fábricas
tampoco pasa nada,
no pasa nada,
se hacen paraguas, copas,
armas, locomotoras,
se extraen minerales
rascando el infierno,
hay huelga
vienen soldados,
disparan,
disparan contra el pueblo,
es decir contra la poesía,
y mi hermano
el poeta
estaba enamorado,
o sufría
porque sus sentimientos
son marinos,
ama los puertos
remotos, por sus nombres,
y escribe sobre océanos
que no conoce;
junto a la vida, repleta
como el maíz de granos
él pasa sin saber
desgranarla,
él sube y baja
sin tocar la tierra,
o a veces
se siente profundísimo
y tenebroso,
él es tan grande
que no cabe, en sí mismo;
se enreda y desenreda,
se declara maldito,
lleva con gran dificultad la cruz
de las tinieblas,
piensa que es diferente
a todo el mundo,
todos los días come pan
pero no ha visto nunca
un panadero
ni ha entrado a un sindicato
de panificadores,
y así mi pobre hermano
se hace oscuro,
se tuerce y se retuerce
y se halla;
interesante,
interesante,
esta es la palabra,
yo no soy superior
a mi hermano,
pero sonrío,
porque voy por las calles
y sólo yo no existo,
la vida corre
como todos los ríos,
yo soy el único
invisible,
no hay misteriosas sombras,
no hay tinieblas,
todo el mundo me habla,
me quieren contar cosas,
me hablan de sus parientes,
de sus miserias
y de sus alegrías,
todos pasan y todos
me dicen algo,
¡y cuántas cosas hacen!
cortan maderas,
suben hilos eléctricos,
amasan hasta tarde en la noche
el pan de cada día,
con una lanza de hierro
perforan las entrañas de la tierra
y convierten el hierro
en cerraduras,
suben al cielo y llevan
cartas, sollozos, besos,
en cada puerta
hay alguien,
nace alguno,
y me espera la que amo,
y yo paso y las cosas
me piden que las cante,
yo no tengo tiempo,
debo pensar en todo,
debo volver a casa,
pasar al Partido,
qué puedo hacer,
todo me pide
que hable
todo me pide
que cante y cante siempre,
todo está lleno
de sueños y sonidos,
la vida es una caja
llena de cantos, se abre
y vuela y viene
una bandada
de pájaros
que quieren contarme algo
descansando en mis hombros,
la vida es una lucha
como un río que avanza
y los hombres
quieren decirme,
decirte,
por qué luchan,
se mueren,
por qué mueren,
y yo paso y no tengo
tiempo para tantas vidas,
yo quiero
que todos vivan
en mi vida
y canten en mi canto,
yo no tengo importancia,
no tengo tiempo
para mis asuntos,
de noche y de día
debo anotar lo que pasa,
y no olvidar a nadie.
Es verdad que de pronto
me fatigo
y miro las estrellas,
me tiendo en el pasto, pasa
un insecto color de violín,
pongo el brazo
sobre un pequeño seno
o bajo la cintura
de la dulce que amo,
y miro el terciopelo
duro
de la noche que tiembla
con sus constelaciones congeladas,
entonces
siento subir a mi alma
la ola de los misterios,
la infancia,
el llanto de los rincones,
la adolescencia triste,
y me da sueño,
y duermo
como un manzano,
me quedo dormido
de inmediato
con las estrellas o sin las estrellas,
con mi amor y sin ella,
y cuando me levanto
se fue la noche
la calle ha despertado antes que yo,
a su trabajo
van las muchachas pobres,
los pescadores vuelven
del océano,
los mineros
van con zapatos nuevos
entrando en la mina,
todo vive,
todos pasan,
andan apresurados,
y yo tengo apenas tiempo
para vestirme,
yo tengo que correr:
ninguno puede
pasar sin que yo sepa
adónde va, qué cosa
le ha sucedido.
No puedo
sin la vida vivir,
sin el hombre ser hombre
y corro y veo y oigo
y canto,
las estrellas no tiene
nada que ver conmigo,
la soledad no tiene
flor ni fruto.
Dadme para mi vida
todas las vidas,
dadme todo el dolor
de todo el mundo,
yo voy a transformarlo
en esperanza.
Dadme
todas las alegrías,
aún las más secretas,
porque si así no fuera,
¿cómo van a saberse?
Yo tengo que cantarlas,
Dadme
la lucha
de cada día
porque ellas son mi canto,
y así andaremos juntos,
codo a codo,
todos los hombres,
mi canto los reúne:
el canto del hombre invisible
que canta con todos los hombres.


* * *

Oda al caldillo de congrio

En el mar
Tormentoso
de Chile
vive el rosado congrio,
gigante anguila
de nevada carne.
Y en las ollas
chilenas,
en la costa,
nació el caldillo
grávido y suculento,
provechoso.
Lleven a la cocina
el congrio desollado,
su piel manchada cede
como un guante
y al descubierto queda
entonces
el racimo del mar,
el congrio tierno
reluce
ya desnudo,
preparado
para nuestro apetito.
Ahora
Recoges
ajos,
acaricia primero
ese marfil
precioso,
huele
su fragancia iracunda,
entonces
deja el ajo picado
caer con la cebolla
y el tomate
hasta que la cebolla
tenga color de oro.
Mientras tanto
se cuecen
con el vapor
los regios
camarones marinos
y cuando ya llegan
a su punto,
cuando cuajó el sabor
en una salsa
formada por el jugo
del océano
y por el agua clara
que desprendió la luz de la cebolla,
entonces
que entre el congrio
y se sumerja en gloria,
que en la olla de aceite,
se contraiga y se impregne.
Ya sólo es necesario
dejar en el manjar
caer la crema
como una rosa espesa,
y al fuego
lentamente
entregar el tesoro
hasta que en el caldillo
se calienten
las esencias de Chile,
y a la mesa
lleguen recién casados
los sabores
del mar y de la tierra,
para que en ese plato
tú conozcas el cielo.

Resumiendo este somero análisis podría decirse que la misión llevada a feliz término por Pablo Neruda a lo largo de 40 años de investigación espiritual ha consistido en suprimir los falsos problemas individuales que oscurecen artificialmente la visual y en el planteamiento seguido de la correspondiente solución de los problemas propiamente tales. De todo lo cual pareciera surgir la enseñanza de que la plenitud del individuo es la resultante natural de su integración correcta a la lucha social. Fuera de ella, fuera de la lucha social, todo es dolor, todo es tiniebla; todos los caminos conducen a la locura.

El hombre contemporáneo puede perfectamente doparse con whisky, con religión, con arte puro, con sexo, con palabras, con oro, con sangre, con cualquiera de los frutos envenenados de la cultura burguesa, pero no puede sentirse bien, no puede respirar a todo pulmón, no puede florecer en todo el esplendor de su cuerpo y de su espíritu sino cumpliendo sus deberes de hombre contemporáneo:

Ayer la anticipación del futuro por medio de los naipes
la adivinación por el agua; el invento de la rueda
y el reloj; la domesticación del caballo.
Ayer el activo mundo de los navegantes.
Ayer la abolición de las hadas y de los gigantes,
la fortaleza contemplando el valle como un águila inmóvil,
la capilla erigida dentro del bosque espeso;
ayer la talla de ángeles y de alarmantes gárgolas.
El juicio de los herejes entre columnas de piedra;
Ayer los feudos teológicos en todas las tabernas
y la cura milagrosa en la vertiente;
ayer el aquelarre; pero hoy, la lucha.
Ayer la instalación de dinamos y de turbinas,
de líneas férreas en los desiertos coloniales;
ayer, la clásica conferencia
acerca del origen del hombre; pero hoy, la lucha.
Ayer, fe absoluta en los valores helénicos,
la caída del telón tras la muerte de un héroe;
las graves oraciones a la hora de la puesta de sol,
Ayer la adoración de un loco, pero hoy, la lucha.
……………………………………………………
Madrid es el corazón. Nuestros momentos de ternura florecen ahí
en forma de ambulancias y de sacos de arena.
Nuestras horas de amistad ingresan al ejército del pueblo.
Mañana quizás el futuro. La investigación acerca de la fatiga
y el movimiento de barcos de cabotaje; la exploración gradual
de todas las octavas de la radiación;
mañana el engrandecimiento de la conciencia por medio de regímenes alimenticios.
Mañana el redescubrimiento del amor romántico;
las fotografías del cuervo, todas las diversiones
bajo la noble sombra de la libertad;
mañana la hora del director de escena y también la del músico.
El bello rugir de un coro bajo la inmensa cúpula;
mañana el intercambio de ideas acerca de la crianza de perros finos,
la entusiasta elección de un comité
por un repentino bosque de manos elevadas. Pero hoy, la lucha.
……………………………………………………
Mañana los paseos por el lago, las semanas de perfecta comunión;
Mañana las carreras de bicicletas
por los suburbios en atardeceres de verano. Pero hoy, la lucha.

La significación y la influencia de Neruda no se reducen pues, en manera alguna, al plano de las imágenes poéticas.

Como lo dijo García Lorca, su poesía está más cerca de la sangre que de la tinta y constituye una componente importante del pensamiento revolucionario del siglo XX.

Por eso es que no se puede hablar de Neruda en abstracto, porque él no es un poeta de salón ni un buda absorto en la contemplación del ombligo. Fundamentalmente, él es un poeta social, un Maiakowsky de habla española, un ser humano que ha sorteado todos los peligros. Las flechas inflamadas que él arroja al espacio no vuelven ya a su punto de partida como las piedras de doble filo del Hondero Entusiasta, sino que se incrustan en la frente y en el corazón del lector por muy gruesa que sea la capa de plomo que los cubra.

Nicanor Parra


Neruda se refiere al discurso de Nicanor Parra

Tres meses después, en un artículo para Pravda, Pablo Neruda escribió sobre Nicanor Parra: «Recientemente la Facultad de Filosofía y Educación de la Universidad de Chile me confirió el título de académico. En el acto en que se hizo el nombramiento habló sobre mí el poeta Nicanor Parra. A él se le podría considerar el líder de la corriente estética, un buscador del arte limpio. Sus poemas son extravagantes, pero se distinguen por su exclusiva maestría. Entonces este Poeta , al pronunciar su discurso en presencia de las autoridades universitarias y frente a cerca de dos mil personas, habló de su renuncia a la literatura por la literatura, se declaró marxista-leninista y se comprometió, aunque tarde, a tomar la bandera de la poesía responsable y política. Así de enorme es la fuerza de atracción de las grandes ideas progresistas de nuestro siglo».

«El poeta y la lucha del pueblo». Pravda. Moscú, 15 de julio de 1962

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