"Cien años de poesía". Texto de presentación del libro de Mario Amorós

Neruda: El Príncipe de los Poetas

Cuando se cumplen cien años de sus primeros versos, Amorós reconstruye la infancia de Pablo Neruda en Temuco, entre los bosques y la lluvia del sur del mundo; el periodo como cónsul en varias ciudades asiáticas y Buenos Aires; la llegada a España en 1934 y la relación fraternal con Federico García Lorca, Rafael Alberti o Miguel Hernández; el impacto que produjo en él la Guerra Civil y la epopeya del Winnipeg; así como los años en México, la adscripción al movimiento comunista y la obtención del Premio Nobel en 1971 (…) hasta llegar a 1973.
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El viernes 17 de octubre de 2014, la Real Academia Española realizó una «solemne sesión pública» para conmemorar el tercer centenario de su fundación. En presencia de los reyes de España y del ministro de Educación, Cultura y Deporte, se presentó la vigésimo tercera edición de Diccionario de la Lengua Española («Edición del Tricentenario») y diversas personalidades, como su director, José Manuel Blecua, tomaron la palabra. Solo hubo espacio para la lectura de obras de dos autores: Pablo Neruda, y su Soneto LXXXIX de Cien sonetos de amor, y Miguel de Cervantes, con sus epitafios para Don Quijote, Dulcinea y Sancho Panza de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha

La poesía de Neruda ha logrado atravesar el umbral del siglo XXI, sus versos forman parte, hace ya muchas décadas, del patrimonio cultural de la humanidad. Como la de Homero, Shakespeare, Tolstói o Whitman, su obra tiene el sello de la inmortalidad. Fue «el más grande poeta del siglo XX en todos los idiomas», aseguró su amigo Gabriel García Márquez el 23 de octubre de 1971 en París, solo dos días después de que la Academia Sueca lo distinguiera con el Premio Nobel de Literatura. «Ningún poeta del hemisferio occidental de nuestro siglo admite comparación con él»>, señaló el afamado crítico Harold Bloom, tan distante ideológicamente del autor de Confieso que he vivido.

Hace cien años, el 30 de junio de 1915, en Temuco, en el lluvioso corazón de la Araucanía, el pequeño Neftalí Reyes escribió cinco versos en una postal para el cumpleaños de Trinidad Candía, su querida mamadre. Es el poema de su autoría más antiguo que se ha conservado. Mediocre estudiante tanto en la enseñanza secundaria como en sus estudios universitarios de Francés, desde la infancia fue un prolífico autor de poesía. La suya fue una vida consagrada plenamente a la escritura poética, una dedicación sistemática y diaria que alumbró cimas como Residencia en la Tierra, Canto general o Veinte poemas de amor y una canción desesperada, uno de los libros de poesía más vendidos en todo el mundo, con más de tres millones de ejemplares solo en español. En 2015, la publicación de veintiún poemas inéditos suyos escritos entre 1952 y 1973 (otra muestra de su inagotable manantial poético) ha merecido una gran atención internacional.

Con su trabajo cotidiano en los cuadernos escolares que su hermana Laura guardó a lo largo de toda su vida, en las pensiones estudiantiles de Santiago de Chile, en los buques de carga en Asia, en los cafés de Buenos Aires, Madrid o México, en sus casas de Isla Negra, Michoacán, La Chascona y La Sebastiana, quiso combatir la imagen del poeta o endiosado o maldito. «El oficio de escritor, el de poeta, ha sido falsificado a través de las épocas. Ha sido deificado y apostrofado, y hay que despojarlo de esta atmósfera y llegar totalmente a comprender que se trata de una disciplina de trabajo», explicó a Antonio Colinas en Milán en marzo de 1972. «Se gastan volúmenes de páginas que tienen como objetivo esencial producir una especie de aureola o de niebla alrededor del fenómeno poético. Esto ha estado, generalmente, muy ligado al concepto de «poeta maldito». A las clases superiores les ha interesado la producción de «poetas malditos». Y de poetas que envuelven su creación en tal misterio vital y en tal catástrofe personal que, automáticamente, o por reglas no escritas, están separados de la vida social de su época. Hay mucho de esto en ese acendrado deseo de pensar que la poesía es una religión o un fenómeno misterioso. La poesía es papel y tinta». Le gustaba decir que su oficio era tan importante como el del panadero que cada día cumple con su tarea y entrega sus frutos a la comunidad.

Del mismo modo que desacralizó la condición de poeta, se negó a formular recetas o brindar consejos sobre la composición de versos y destacó muchas veces con solemnidad sus «deberes», como señalara en su Discurso de Estocolmo el 13 de diciembre se 1971. Pero sin perder aquel sentido del humor que conquistó a una edad algo tardía y que desplegó en obras como Estravagario… En 1968, la periodista uruguaya María Esther Gilio le preguntó cómo escribía un poema. Tras saborear su taza de té durante unos segundos, respondió: «Necesito antes que nada una mesa, papel, un lápiz». «Un poeta tiene que estar enamorado», prosiguió. «Enamorado hasta el último minuto de su vida. No creo en los que no toman vino; en los que se enamoran. ¡Imagine un poeta vegetariano! ¿Podría ser yo vegetariano?». Desde luego, el coautor de Comiendo en la Hungría, el creador de la «Oda al caldillo de congrio«, no lo fue. «¿Cree usted que su poesía aporta algo al mundo? ¿Qué hace a los hombres más felices?», le preguntaron en 1971 unos periodistas franceses. «Cierto día, hace muchos años, una pareja francesa vino a decirme que se habían casado por mi libro Veinte poemas de amor. Habían empezado a estudiar juntos el español. Esto me emocionó. Espero que lo lean ahora… si es que no se han divorciado».

Este libro es el resultado de cuatro años de investigación en archivos de Chile, España, Rusia y otros países para ofrecer luces nuevas sobre la vida y la obra del gran poeta chileno a partir de un amplio repertorio de fuentes primarias. Entre las principales aportaciones podemos destacar ya aquí la documentación del Archivo Estatal de Historia Política y Social (RGASPI) de Rusia, completamente inédita hasta ahora, o los diversos documentos que aportan nuevas luces sobre su muerte. El relato de sus últimos días adquiere un valor singular porque se apoya en la investigación judicial abierta en Chile desde hace cuatro años y medio tras la denuncia de que fue asesinado por orden del general Pinochet el 23 de septiembre de 1973 y ofrece numerosos testimonios y datos desconocidos hasta ahora, además del documento que desvelamos en el epílogo.

«Pablo Neruda fue el príncipe de los poetas, tuvo tanta fama y tanta gloria en su tiempo…», aseguró Saúl Yurkievich, uno de los principales estudiosos de su obra. Tuvo el privilegio de relacionarse con otros príncipes de las letras y los versos, que enriquecieron su existencia y su obra. Así lo expresó en 1964: «Debo mucho a todos los poetas del pasado y también mucho a los del presente. Mis compañeros Louis Aragon, Paul Éluard, César Vallejo, Rafael Alberti, Vicente Aleixandre, Nazim Hikmet, Salvatore Quasimodo, León Felipe, Nicolás Guillén, Bertolt Brecht, Federico García Lorca y muchos otros me han dado, a lo largo de mi vida, una larga lección de amistad y de sabiduría». Aquella, que atravesó gran parte del siglo XX, empezó en Parral, el 12 de julio de 1904…

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