La ciudadanía -palabra reemplazada por la de «consumidores»- está hasta la coronilla con los políticos de turno, mucho de los cuales tienen intereses creados, y socios de por medio, de grandes empresarios. Gracias a éstos sus campañas eran financiadas con dineros mal habidos, ya que los debitaban de los impuestos; o sea, con plata de todos nosotros. Además de legislar a beneficio de los intereses de los grandes conglomerados, como quedó demostrado en el caso de la cuestionada Ley de Pesca.
Sabido es que «el Poder corrompe, y el Poder total corrompe totalmente». Con esta nueva Ley se le dará tiraje a la chimenea, y desaparecerá ese nefasto refrán que usan los partidos políticos: «el que tiene mantiene», que no es más que «el que está en el cargo puede seguir ad eternum», que finalmente es hasta que él decida.
Los electores ingenua e ignorantemente votan pero no eligen (que no es lo mismo). Una vez estando en el Poder, sobretodo en el caso de los alcaldes, quienes manejan un territorio, presupuesto, además de Educación y la Salud, se es muy fácil seguir saliendo reelegido, ya que cuentan con todos los medios, más el del aparataje estatal, y ni hablar si el político aquel es mediático. Los recursos finalmente lo posicionan y le dan una amplia ventaja ante quien humilde, pero merecidamente, pretenda aspirar a dicho puesto. Todo esto no hacía más que restarle fuerza a la democracia y la posibilidad de oxigenar una institución que está muy mal parada ante la opinión pública. Cuando la democracia no se es sólida hay que ponerle este tipo de restricciones.
Vergüenza aparte da nombrar la pequeñez y actitud de no pocos senadores, quienes se abstuvieron de votar; la abstención es equivalente al rechazo, es una forma de votar. Y ésta negación fue cruzada, ya que vino desde la izquierda hasta la derecha, como parafraseando antipoéticante a Nicanor Parra, quien hizo célebre su frase: «la derecha y la izquierda unida jamás serán vencidas», pero la Cámara de Diputado dijo finalmente: «Poesía Habemus».